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L14. 'Nojoch loob' - "Grandes desgracias", Micaela Ek de Chi | Narraciones mayas de Campeche

Arte digital generado desde Ideogram AI

Nuestra charla será el viernes 9 de agosto de 2024 a las 20:00 hrs., por Facebook Live

Narrado por Micaela Ek de Chi, de 84 años, de Nunkiní, CalkiníCampeche

Versión castellana

Grandes desgracias

Hace mucho, señor, cuando vivía mi papá, pero ya no caminaba y sólo estaba en su hamaca, llegó un señor y le dijo:

—¡Ay Don Alejandro, van a matar a los patrones ahorita!

—¿Por qué los van a matar?

—No sabemos, pero ahí va la gente, saliendo por Dzitbalché, están escapando.

Cuando capturaron a los patrones, los metieron a la cárcel, eran seis. “Pero, ¿por qué? No sabemos”, se preguntaba la gente. Pues, cuando se fue aquel señor, se metió con una señora, la hizo su amante. Entonces, el marido dijo que no se preocuparan por nada:

—Que quede esto en mis manos. ¿Por qué se metió con mi mujer, con mi esposa?

Y tú, señora, ¿estás bien de la cabeza o no? Eres mi esposa, yo te mantengo.

Y empezó a llorar la mujer. Pues en eso pasaron unos días y el marido dijo:

—Voy a hablar con la gente.

El nombre del señor que puso el ron era... bueno, ¿entienden qué es el ron? Es un licor.

—Vamos a hacer la labor de hacerlos a un lado —dijeron.

Y convocó a la gente con cohetes. Cuando se reunió la gente, alguien de entre ellos le dijo:

—Perdonen, pero ¿por qué van a...?

—¡A esos hijos de la chingada, hoy les va a llegar su hora!

—Pero, ¿por qué motivo, hijo? —le preguntaron al esposo.

—Han cometido muchos agravios, hacen muchas cosas indebidas. Vamos a matar a esas personas, pero primero irán a la cárcel.

—Pero, ¿por qué, hijo?

—Porque ya lo caché poniéndome el cuerno con mi esposa.

—Ajá, bien. Entonces, yo voy a poner el ron —dijo aquella persona.

El ron era para regalárselo a las personas que iban a matar a los patrones. Bueno, y que empezó a repartir el ron. Las personas que aceptaban esto estaban aceptando también matar a esas personas. Entonces dijeron:

—Va a ser esta noche, a las cinco quizás. Los reuniremos, los llamaremos con cohetes. 

Y los llamaron con cohetes. Uno, inocentemente, sin saber de qué se trataba, pues, salía. Entonces, les dijeron:

—Tú fulano de tal, tú fulano de tal, tienen que agarrarlos y meterlos en la cárcel. A ti, señor, te ordeno que mates a esa persona, tú igual, tú igual.

Les dijeron quiénes iban a hacer cada cosa, así les dijeron. Y ellos respondieron:

—Bien, estamos dispuestos, sí vamos a hacer lo que nos piden.

Cuando dieron las cinco, dieron el aviso de que capturaran a los patrones, eran seis. Entonces los capturaron. Los nombres de los patrones eran Abel Puga, Milo Sándrez, Hernán Reyes, Alonso Reyes. Había otro, que también se llamaba Alonso.

—Compañero vine a preguntarte, ¿por qué encerraron a mis hermanos? ¿Por qué los metieron a la cárcel?

—¿Tú andas preguntando? Entonces ahora hasta tú estás involucrado.

Lo capturaron también a él y lo metieron a la cárcel, y preguntó:

—Pero, ¿por qué me encarcelan? Yo no sé nada, yo sólo venía a pedirles que los soltaran.

—No se puede, una vez que te metiste, entonces, hasta tú estás involucrado.

Entonces, señor, a las cinco y media empezaron a reunirse. Algunos tenían hasta machetes, tenían hasta cuchillos. Los pobres hombres seguían ahí en la cárcel. Los que los tenían presos dijeron entonces:

—Compañero —dijeron—, ya es hora. ¿Qué esperan?

Entonces las pobres personas que estaban en la cárcel empezaron a llorar, había llegado la hora en que los iban a matar. Empezaron a matarlos. Les cercenaron las manos y la cabeza. El otro que había ido sólo a pedir que liberaran a los demás, ¿no ves que sólo era un mestizo como los otros, así como ustedes?(1)  Cuando quiso escapar, logró llegar a la salida de la cárcel, pero ahí lo tasajearon de aquí. Cayó bocabajo. Y cuando cayó bocabajo, su sombrerito quedó... ¡si hubieran visto! Todos bocabajo nadando en sangre, estaba encharcada la sangre. Entonces, se volvieron locos en la plaza. ¡Pero había muchísima gente! Algunos fueron a esconderse, algunos se encerraron para que no los vieran. Las personas que habían asesinado a los patrones, ahí seguían. Mientras, ya estaban mandando la orden desde Campeche para que vinieran a ver qué era lo que había pasado. Los muertos pasaron la noche ahí en la cárcel. Entonces, los que se escaparon, los que se fueron, se fueron a comenzar su vida de nuevo a Calkiní. La persona que les digo es Don Tino, ¿no lo conoces? Los de ahora son sus descendientes, son sus hijos, él era el papá. Si por eso se fueron a empezar de nuevo a Calkiní. Bueno, en ese entonces, como era niña, logré escapar de mi papá. Escuché que hablaban de lo que estaba pasando, entonces salí y me fui a la plaza. Ahí estaba la enorme ceiba que está hasta hoy. Salí, me ganó la tentación de ver lo que pasaba. Pero, ¡así estaban las viudas! Les habían matado a sus esposos, lloraban amargamente. Algunas de ellas dijeron: 

—Vamos a verlos.

—Ay, ¿y si nos matan?

—No nos matan. Si nos matan, no sabemos cómo pero una tendrá que escapar para ir a avisar a Campeche.

Y se fueron las señoras, ahí en la sala. Escuché eso, y me fui detrás de ellas, no me dio miedo. ¡Dios mío! Cuando llegamos, cuando se asomaron las mujeres a la cárcel, así de honda estaba la sangre en el piso de la cárcel, porque no era grande, era de este tamaño. Todos los patrones estaban bocabajo, pero sumergidos en la sangre, ¡pero así de sangre! El que intentó huir logró salir pero en la entrada de la cárcel, ahí le cercenaron la cabeza y las manos. Pero nada que les diga se compara a haberlo visto con tus propios ojos. Y sucedió también que no los enterraron pronto. El difunto de mi esposo, él trabajaba ahí para el presidente municipal y dijo que cuando llegaron los judiciales y vieron que todos los patrones estaban en un charco de sangre, los recogieron y los pusieron en sus féretros. Los enterraron, y decía mi esposo:

—Ay señora —decía—, en ese momento, apestábamos más que si fuéramos un perro, pero de verdad apestábamos, y los enterraron. Entonces cuando vinieron otros judiciales, y dijeron que había que llevarlos a todos para que vieran a los muertos, como yo estaba de comandante, me dijeron: “Paulino, ve a mostrarles las tumbas donde enterraron a esas personas”. Y fui, pues, ése era mi trabajo, ni modo, pues fui. Cuando empezaron a sacarlos de sus féretros ¡mare! Pero no hay nada comparable a cómo apestaban.

Y decía que los sacaron a todos. Cuando abrieron los féretros, les empezaron a abrir la panza.

—¿Y por qué? —le pregunté al difunto de mi esposo.

—Era para que vieran si no les habían dado nada cuando los mataron.

Y no, no les habían dado nada. Aunque así los volvieron a enterrar, pero en otro lugar. Entonces, cuando dieron la orden, detuvieron a todas las personas a quienes habían visto que habían asesinado a los patrones. Los capturaron a todos. Ellos protestaban:

—¿Por qué nos detienen?

—¿Pues quiénes fueron los que provocaron la tragedia en la cárcel? Fueron ustedes, ustedes fueron los que hicieron todo.

Así empezaron a decir. Bueno, los capturaron a todos, a los seis, y los llevaron, los llevaron a la cárcel. Creo, niño, que estuvieron unos seis años en la cárcel. Hubo quienes murieron ahí en la cárcel. Hubo quien, a la hora... bueno, dos de ellos eran mis tíos, los que cometieron esa atrocidad, fueron dos de mis tíos. Hace mucho que murieron, murieron todos ahí. Pero, así como dicen, las familias de todos los que mataron y sus hijos se fueron todos a empezar de nuevo a Calkiní. Así fueron las cosas que sucedieron hace mucho. Ni sus esposas se quedaron. Bueno, ya acabó esta historia. Ahora voy a contarles la historia del padre. Eso empezó porque a una señora le tocaba que saliera el gremio de su casa. Entonces, el padre, le dijo:

—Ustedes gastan mucho dinero y ni vienen a escuchar la misa. ¿No ves que de tu casa va a salir el gremio? Entonces tendrían que venir a escuchar la misa. Pero no, se la pasan comiendo, se la pasan cuidando la olla de la comida. Cuando llega la hora, se ponen a comer. La misa la pagan así nomás y no vienen a escuchar a Dios. Como castigo, ahora no se harán más bailes, no volverán a hacerse los bailes del gremio.

Y se dejaron de hacer los bailes. Cuando llegó la hora del gremio del Santo Cristo, porque eso tarda mucho, quizás más de nueve días en que sale el gremio, entonces aquella señora dijo:

—Hoy le llegará la hora al cura, en mi casa va a empezar esto.

—Pero, ¿cómo le vas a hacer?

— Las personas con las que estoy, ellos lo van a hacer, lo van a matar.

—¿Van a matar al padre?

—Sí.

Y empezó a explicarle a la gente. Cuando entró el gremio por la tarde no pasó nada. Pero en la mañana, muy temprano para la misa, como mi esposo era el sacristán, él era el sacristán, llegaron y le dijeron:

—¿Por qué no te vas a tu casa, Paulino?

—¿Por qué me mandan a mi casa? Si yo trabajo aquí —les respondió.

—Pues, angelito, vete a tu casa, no te vaya a tocar algo que no es para ti. Así como van a matar al cura, así te van a matar a ti también.

Entonces, ahí estaban las señoras católicas, así había ido la gente a misa, mucha gente, ¡muchas mujeres! ¡Y ya! La señora lo sabía, así que corrió el rumor. Yo, como tenía un bebé, mi bebé al que me mataron en Campeche, vine corriendo y le dije a mi suegra, su casa está en esa esquina:

—¡Escucha! Ay mamita, ¡que van a matar al padre!

—¿Qué falta cometió?

—No sé. Vino mi cuñada a decirme que vaya a verlo.

—¡Ay María! —me dijo—, envuelve al bebé y acuéstalo en la hamaca para que vayas.

Envolví a mi bebé, lo acosté y me fui. Cuando llegué, pero ¡había así de gente! Estaba llena la iglesia. Me las arreglé para hablar con mi esposo, y le dije:

—¿Qué pasa? —le pregunté.

—Van a matar al padre —me dijo.

—¿Qué les pasa a estas personas?

—Quién sabe qué. Me están diciendo que me vaya de aquí, que porque no me vaya a tocar algo que no es para mí. Que me van a matar. Si me matan, allá ellos. Yo le entrego mi corazón a Dios. Ellos no saben cómo terminarán —dijo.

Mientras, la señora de donde salió el gremio arengaba:

—¡Jajajajaja! Todas ésas son amantes del cura. Todas esas mujeres son sus amantes. 

Porque a las mujeres que van a la iglesia les dicen de cosas. Entonces le pregunté a mi esposo:

—¿Por qué no se escapa el padre? Ahí está la puerta, ahí está la otra puerta, y está la otra ahí.

—No se puede —dijo—, ahí hay personas de dos en dos, dos así, dos aquí, dos. Están bloqueadas todas las puertas. No dejan salir al padre.

—¿De verdad?

—Sí, no lo dejan.

Me propuse entrar, y estaba llena la iglesia. Vi al padre, tenía su libro así, cerca del altar donde oficia la misa. Estaba rezando fuerte, hablaba fuertemente. Ahí estaba el hijo de la señora que te decía que salió el gremio de su casa. Ahora está pagando por sus pecados, y está algo joven esa persona. Ya no puede pararse de su hamaca. Lo dijeron desde hace mucho: “tiene que haber alguien que pague por lo que hicieron”. Lo dijeron entonces, así como ahora. Pues el hijo de aquella señora, de tanta gente que había, dijo… bueno, yo no sé qué fue lo que dijo, pero que así decía, estaba parado cerca del padre. El padre estaba leyendo, y yo vi que el joven gritaba:

—¡Ya está compañeros, ya está, ya estuvo!

Estaba diciendo que ya. Y cuando se fue esa persona... bueno, vive todavía, pero no se levanta de su hamaca, no puede andar. Bueno, cuando estaba de espaldas el padre, lo tomó de aquí, lo sacudió y después lo empujó. El padre no soltó el libro, no lo soltó, y cayó a gatas, luego se paró. Esa persona perseguía al padre, lo empujaba y lo empujaba, lo empujaba. Yo estaba parada en la entrada de la iglesia. Cuando sacaban al padre, cuando venía saliendo, cayó otra vez a gatas. Uno de los señores que estaba ahí, dijo... es una mala palabra pero así lo dijo, y se los voy a decir. Dijo: “¡Hoy es el día, hijueputa!”, le dijo al padre. Entonces le dio un golpe al padre, aquí. No sé en qué demonios estaba yo pensando, y me atreví, y que le regreso el golpe. Yo lo golpeé, aquí. Así como le hizo al padre, así le hice a él. Y dijo:

—¿Con que así va a ser, hija de puta? Ustedes se van a ir detrás de su amante, ése será su destino, ahorita mismo.

Algunas de las mujeres le respondieron:

—Bueno, háganle como quieran.

Entonces, otra señora, dicen que se llama Doña Pola Mangas, dijo:

—Así está la cosa ahorita compañeros; todas esas mujeres son amantes del cura. Hay que matarlas también a ellas, porque son sus amantes, conviven con él —decía.

Pues dicen esas cosas sólo porque una va a la iglesia. Pero cuando sacaron al padre, allá en las vías del tranvía, que son de hierro, no lo dejaron bajarse. Sólo esas cosas pensaba, porque ahí, si se hubiera caído, al caer lo hubieran matado, lo hubieran matado. Pero gracias a Dios no se cayó cuando lo llevaban. Aquel que tenía el cuchillo, mostraba cómo iba a matar al padre. Ahí en la salida del pueblo, donde está la escuela, hasta ahí lo llevaron. Se detuvieron ahí, y dijeron que ahí lo iban a matar. Entonces, nosotras, las tres mujeres, nos paramos en la orilla de la albarrada. Cuando pasó la señora que salió el gremio de su casa, nos gritó:

—¿Por qué están ahí paradas, hijas de puta? ¡Ahorita las van a matar junto con su amante!

Nadie le contestó. Al poco rato, vimos que pasó corriendo el presidente municipal, que ahí estaba en la plaza. Le dijeron:

—Señor, vaya a hablar con este hombre para que no mate al padre, si matan al padre, ¡quién sabe cómo vamos a acabar en este pueblo!

Fue el presidente, y empezó a hablar con esa persona. Don Justín Euan se llamaba. A las tres semanas de que estuvo a punto de hacer eso, lo apuñalaron. Pues, así, así como dicen, no le había llegado la hora, porque no murió. Estaban tomando, se estaban peleando cuando lo apuñalaron. Bueno, pues decían que no mataran al padre, que mejor se lo llevaran, que se apiadaran de él. Y así fue, y la persona que lo llevaba en tranvía, él mismo se lo llevó a Calkiní. Entonces empezaron a regresar las personas al pueblo, uno a uno se fueron a sus casas. A los quince días, la señora que les decía, Doña Pola Mangas, fue a llorarle al padre, que ellos mismos habían echado. 

El padre le preguntó:

—¿Por qué vienes por mí?

—¡Ay padrecito! —y que se arrodilló frente al padre—. Apiádate de mí, vamos a que oficies el salve o una misa para mi hijo. Murió quemado, mi hijo.

—Pero, ¿cómo se quemó?

—Estaba en su hamaca y se quemó.

Estaba leyendo el periódico y estaba fumando, se distrajo y se prendió el periódico. La señora lloraba cuando lo platicaba. Cuando se prendió el periódico, se incendió con todo y su ropa, no pudo quitársela. Pues eso lo mató, se quemó todo, murió. Dicen que le dijo el padre:

—Bueno, hija, está bien. Sí voy.

No le dio miedo, aunque apenas habían pasado quince días.

—Ve, ahí voy —dijo.

Y se fue la señora. El padre le dijo al sacristán:

—Tengo que ir, porque esto ¿no sabes por qué, por qué pasó esto? Dios lo hizo, porque querían matarme, pero Él no dejó que me mataran. Ahora, se lo hicieron a su hijo, murió quemado en su hamaca.

Vino el padre, y cuando llegó vio que estaba toda calcinada esa persona. Se quemó, se quemó toda su ropa sobre su cuerpo y murió, así fue como murió quemado. Bueno, así lo enterraron.

—Gracias —le dijo la señora.

—Gracias a Dios, hija. Yo no sé nada, pero ya vine a cantarle la misa.

—Bueno, bueno padrecito, bueno, gracias.

Y era al padre que iban a matar. Pues el padre, cuando entró al pueblo, le dijo a la gente:

—Las personas que decían que iban a matarme, ellos mismos me trajeron de regreso. ¿Sí pueden ver lo que les pasó? Ahora voy a volver a dar misa, pero bajo los árboles, en las casas.

Un domingo daba misa en un lugar, el siguiente domingo en otro lugar, y otro lugar, y otro lugar. Pues empezaron a ir las mujeres a escuchar la misa hasta Calkiní también. ¡Así iban hasta Calkiní a escuchar misa las mujeres! Y entonces dijo el padre:

—El que quiera, que venga a confesarse. Sí doy confesiones.

Pues muchas personas se confesaron. Cuando me tocó ir a mí, lo que me dijo fue:

—Hija, le he estado pidiendo a Dios que te perdone. ¿Por qué le hiciste eso a ese hombre? ¿Y si te hubiera matado?

—Padrecito, me harté de escuchar que lo iban a matar. ¿Usted qué había hecho?

—Pues mejor no hubieras hecho nada, hija. ¿Y si aquel hombre te hubiera matado en ese momento?

—Ni modo, padre, ése hubiera sido mi destino —le decía.

—Pues ahora quiero que sepas que voy a empezar a venir a oficiar misa al pueblo, sólo en las casas, pero no adentro, sino bajo los árboles.

Y empezó a venir el padre, sí venía. Pasó un tiempo, hasta que dijeron que iban a abrir de nuevo la iglesia. La habían cerrado, pasó mucho tiempo cerrada. Cuando dijeron que iban a abrir de nuevo la iglesia, las mujeres fueron a Calkiní, puras mujeres, ¡pero así de muchas! Fueron a platicarle al presidente de Calkiní lo que pensaban hacer, y les dijeron “si ustedes pueden, háganlo. Aquí no hay nada qué hacer respecto de eso.” Entonces les dijeron cuántas... bueno tenían que comprar dos docenas de cohetes las mujeres. Cuando fueran a abrir la iglesia, ahí en la plaza tenían que estallar los cohetes, que para que salga la gente. Eso lo hicieron puras mujeres. Ese día ni sabían dónde había quedado la llave de la iglesia. Entonces una señora dijo:

—La vamos a abrir. ¡No sé cómo la vamos a abrir, pero la vamos a abrir!

Y sacó un gancho, un gancho que se prende en el cabello, y se lo metió en la rendija de la cerradura. Empezó a girarlo, lo giraba y se abrió. Cuando al fin, gracias a Dios se abrió, niño, entró mucha gente, y empezaron a abrir las puertas. Pero cuando vieron, ¡tendrías que haberlo visto con tus propios ojos! Dicen que los murciélagos hacían un gran revuelo con sus alas. En la ropa de la virgen encontraron y mataron a dos zarigüeyas, y eso que la virgen estaba en el altar. Zarigüeyas y cosas que salían de ahí, estaba muy sucia la iglesia.

Se reunieron las mujeres y dijeron:

—Mañana tenemos cosas que hacer, pero todas las fuertes tenemos que venir a lavar el piso.

Todas las mujeres se reunieron ahí. Algunas traían agua de otros lugares, algunas de por allá, algunas ahí. Acarreaban agua, lavaban los pisos, las bancas. Y vieron que había quedado bonito. Empezaron entonces a traer al padre, así empezó a venir el padre otra vez aquí. Pero ésas fueron las cosas que pasaron, niño. ¡Ay santísima! Pues yo le pegué a aquella persona, y poco después murió también. De aquellas personas que bloqueaban las salidas de la iglesia en aquella ocasión para evitar que se escapara el padre, uno tiene su casa por aquí. Uno caminaba todo encorvado y poco después murió. Dicen que les cayó un castigo por lo que hicieron. Sólo escuchen lo que le pasó. Así como el que lo iba a matar, lo apuñalaron a él, sólo que no murió. El otro que le pegó al padre, se murió. Hace mucho que murieron, hace mucho que murieron. Pero ¿qué cosas no hemos hecho? Ay, ay eso lo vi, eso sí lo vi. ¡Por eso, hasta ahora me acuerdo, Santísima! Pero eso que sucedió fue muy doloroso, es doloroso que maten a alguien, en verdad. Entonces hay una muchacha que no se casó aquí. Quién sabe de dónde es ese hombre, su esposo, se llamaba Pelón Rodríguez. Aquí estaban en el pueblo, volvió ella y se quedaron aquí. En la época en que dijeron que iban a matar al padre, venían a oficiar misa en la iglesia, pero eran simplemente personas comunes y corrientes. Decía ese señor:

—Yo voy a hacerla de padre.

Se vestía como padre, se ponía la sotana, pero era simplemente una persona. La muchacha se subía al altar y cantaba. Se hacía pasar por la virgen. La persona vestida de padre cantaba, pero sólo cantaba el salve. Ellos hace mucho que murieron. Pero qué cosas han pasado aquí. Ay Santísima, pero pasaban muchas cosas aquí de antes, muchas. De esto me acuerdo, nada más. Pero esas cosas de antes me daban miedo, fueron cosas dolorosas. Tú sabes, pura muerte, muertos, cosas así. Esas cosas se acostumbraban entonces. Ay, eso lo sé, me acuerdo, me acuerdo de eso. Pues cuando mataron a los patrones, dos de mis tíos estaban ahí. Los llevaron a la cárcel, estuvieron cinco años en la cárcel, y empezaron a liberarlos. ¡Pero qué! Había quienes ya habían muerto, murieron en la cárcel. Don Albino Collí fue el cabecilla de lo que sucedió, de la matanza que hubo. Cuando estaba en la cárcel, le ponían una soga al cuello. Dicen que lo alzaban así y que desde arriba lo dejaban caer. Caía fuertemente, y después lo volvían a subir. Hacían que pagara sus culpas en la cárcel, en la cárcel de Campeche le hacían eso. Entonces, niño, así eran las cosas de antes. Después andaba encorvado, así andaba. Pues les pasaron muchas cosas. Hace mucho que murieron todos. Gracias a Dios, aunque esté así,(2)  pero estoy viva para platicarles esto. Ésas fueron cosas muy dolorosas que vi. Así es, niño, ¡ay! Mujeres llorando, no hay nada que se compare a verlo por uno mismo, cómo lloraban.

Una que acostumbra ir a misa, se harta de escuchar todo lo que le hacen al padre. Pero las personas que no acostumbran ir, no, lo insultan. Hasta hoy así es. Hasta ahora hay personas que insultan al padre. A veces el padre platica que necesita comprar algunas cosas para la iglesia, y si hay alguien bondadoso de corazón, le regala unos centavos para que se ayude. Pero hay personas que dicen: “aah, eso nomás lo pide para gastárselo en sus cosas”. Así es, así es. Yo, ¿por qué les mentiría a ustedes? Pero el padre sí me quiere. Cuando me enfermé aquella vez, nomás estaba en mi hamaca, acostada, adolorida, era doloroso lo que me pasaba. Vi que venía un muchacho, que ya casi se recibía de padre, y me dijo: 

—Doña Mica, me mandó el padre a decirle que los rezos ya los sabe. Entonces, rece sentada en su hamaca, porque la misa que van a oficiar ahora, es para Dios, para que usted se ayude. Para aliviar sus dolores, es para usted.

—Está bien.

Y sí era cierto, pues, lo veo. Por eso a veces lo invito a comer.

—Pero abuelita, eres pobre.

—Ay, no importa, padre. ¡Venga y comemos!

Y sí viene. Ahora ya ha venido dos veces. Hasta su mamá, hasta su papá han venido. Quién sabe de dónde sea el padre. Así son las cosas, así es. Sí, por eso les digo lo que yo sé, y ahora ya se los dije.


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1. Se refiere a uno de los entrevistadores (Gutiérrez Bravo) y su acompañante, originario de Calkiní. (Nota del traductor)

2. Doña Micaela es sorda. (Nota del traductor)

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Versión maya

Nojoch loob

Le úucho', señor, ka ki' kuxa'an in papaj pero tia'an tu k'áane', ka taal jump'éel señore', ka tu ya'alaje':

—Ay Don Alejandro nuka'aj kíinsbil le ts'uulo'ob beorasa'.

—¿Ba'axten ku kíinsa'alo'ob?

—Ma' k ojeli', pero je' ku binla'aj le gente te' tu vez... uti'al u bin u jóok'ol tak Ts'íitbalche', tu púuts'ulo'ob.

Ts'o'ok u ma'achalo'ob le ts'uulo'obo', jts'a'abo'ob cárcel, seiso'ob. «Pero ba'axo'ob si ma' k ojeli'». Pues, súut u bin le señoro', anchaj u suuktal yéetel jump'éel señora, u querida. Je'elo', le íichantsilo' ka bin tu ya'alaje' ma' u tuklik mixba'al:

—Tin k'aabili'e', ¿ba'axten ku suuktal yéetel in familia? Tak teech señora ta wóoleche' yaanech, ¿wáaj ma' ta wóoli'? In watanech tin tséentikech.

Ka jo'op u yok'ol bin le ko'olelo'. Pues chéen ichil lelo', jayp'éel díae', ka bin tu ya'alaje':

—Beora kin t'aana'.

Le u k'aaba', le señor máax ts'áaj le rono'. ¿Ka na'atike'ex ron? Leti' le tragoo'.

—Kone'ex meentike'ex u meyajile', k tselike'exo'ob —kiob bin.

Ka bin tu t'anaj gente yéetel volador, ka juntarnaj le genteo', ka bin tu ya'alajo'obe':

—Perdonarte'exe', bix kene'ex...

—U peluna'obo', bejla' kun k'uchul oora ti'obe'.

—¿Pero ba'axten, nin?

—Ya'ab u si'ipilo'ob, ya'ab ba'ax ku beetiko'ob. Yaan k kíinsike'ex le jaytúul máako'obo', pero cárcel keno'ob jbin.

—¿Ba'anten, nin?

—Tumen ts'o'ok in chukik in watan yéetel.

—Ajan, ma'alob. Teen ken in ts'a u ronil —ki bin.

Uti'al u síij ti' le máako'ob, máax kun kíinsik le ts'uulo'obo'. Je'elo' ka tu ya'alaj... u t'aaj le máako', ka bin jo'op u t'oxik le rono'. Le máako'ob xan tu aceptartik u beetiko'ob le ba'alo', tu aceptartiko'obe', u kíinsiko'ob le máako'obo'. Je'elo' ka bin tu ya'alajo'obe':

—Ti' le noche bejla'a', las cinco wale', ku juntarta'alo'ob, t'ambilo'ob yéetel volador.

Ka jo'op u t'a'analo'ob yéetel volador. Le teech óotsilech ma' a wojel ba'axe', ka bin. Je'elo' le gente'obo', ka bin a'ala'ab ti'obe':

—Fulano de tal, fulano de tal, yaan a machike'exo'obe', ka ts'aexo'ob cárcel. Teche' señor, teech kin obligartikech wale', ka kíins le máako', bey teech, bey teech.

A'ala'ab máaxo'ob, a'ala'abo'. Ka bin tu ya'alajo'obe':

—Ma'alob, puesto'on, je' k meentike'.

Je'elo', las cinco túune', ka jóok' u t'aanile', u ma'ach le ts'uulo', seiso'ob. Ka jma'acho'ob. U k'aaba' le ts'uulo'obo': Abel Puga, Milo Sandrez, Hernán Reyes, Alonso Reyes. Leti'e', uláak'e', juntúul léeyli' Alonsoe'.

—Compañero, taalen in wu'uy teche', ¿ba'axten ka k'alike'ex in láak'o'obo'? ¿Ba'axten ts'o'ok a ts'aike'ex cárcel?

—¿Teech wáaj ka t'aan? Wa tak teche', beora...

Ka jcháacha'abe', ka jts'a'ab cárcel, ka bin tu ya'alaje':

—Pero ¿ba'axten ka ts'aikene'ex cárcel? Tene', mixba'al in wojel, taalen in wa'al te'exe', ka cha'ex.

—Ma' tu páajtal, jump'éel ts'o'ok a woksikabae', tak teech.

Je'elo', señor, las cinco y media bine' ka jo'op u juntaro'ob, yaan tak u máaskabo'ob, yaan tak u cuchillo'ob. Tia'an le óotsil máako'ob carcelo'. Le ka bin tu ya'alajo'obe':

—Compañero —ki bin—, ts'o'ok u yooratal. ¿Ba'ax ka pa'atike'exi'?

Le bin le óotsil máako'obo' ka jo'op u yok'olo'ob cárcel, beora kuno'ob kíinsbila'. Pero ka jo'op u kíinsa'alo'ob. P'ap'aych'akta'ab u k'abo'ob, u poolo'ob. Le túun bin le juntúul bin a'alik ka chabak uláako'obo', máatik chéen u yéet ts'uulilo'ob bixe'exa'. Le ka tu yóotaj púuts'ul, ka jóok' tu jool le cárcel beya', ka jla'am le ch'aak ti' te'ela'. Ka jnóokk'aje', ka jnóoke', beya', u chan p'óoke'. Pero ka bin a wile'ex bixo'obe', pero nóoken nóoko'ob ich k'i'ik', bok'la' bin le k'i'ik'o'. Pero je' túuna', ba'alo'ob ku yúuchul k'íiwik, pero gente yaan. Yaane', bin u ta'akuba'ob, yaane', tu k'alajuba'ob yo'olal ma' u yila'alo'ob. Le máako'ob kíinso'obo', ti' bin yaano'obi'. Le ka jtúuxta'ab orden tak Kaampeche', ka u'uluk ilbil bin le ba'ax ts'u yúuchulo'. Ti' máan áak'ab ti'ob carcele'. Je'elo', le jpúuts'o'obo', púuts'o'ob bey bino'ob, ti' káajo'ob Káalk'ini'e'. Le máak ku ya'ala'alo' jkíimij. Don Tino, ¿ma' a k'ajóoli'? Leti' u ch'i'ibalo'ob, u taata'ob, u taata. Si le beetik taalo'ob káajal Káalk'ini'. Je'elo', como paalene', ka jpúuts'en ti' in papaj. Tin wu'uyik u ya'ala'al ba'ax le ku yúuchulo', ka jóok'ene', ka jbinen k'íiwik. Le xnuk ya'axche' yaan tak bejla'e'. ¡Ka jóok'en tentarnajen, pero bey le xviuda'ob! Kíinsa'ab u yíichan, pero yotoba', u yok'olo'oba'. Yaane', ka tu ya'alajo'obe':

—Ko'one'ex ile'exo'ob.

—Ay, ¿kun k kíinsa'ale'exe'?

—Ma' t kíinsa'ale'ex. Wa k kíinsa'ale'exe', ma' k ojeli', púuts'uk juntúuli' ka xi'ik u ya'al Kaampech.

Ka binla'aj le señora'obo' te' le sala. Je'elo', ka tin wu'uyaje', ka táak'en tu paacho'ob, ma' sajakchajeni'. ¡In jajal Dios! Ka k'uchene', le ka jch'eenebta'ab le cárcel tumen le ko'olelo'ob ka'achil pero buka'aj u ka'analil le k'i'ik'a'. Como ma' nojochi', buka'aja', pero láaj nóoken nóok le ts'uulo'obo', pero ich k'i'ik', pero k'i'ik'. Le ku púuts'ul ka'achilo', jóok'ij, te' tu jool le cárcel beya' ti' jmáaxch'akta'ab u pool, ch'a'ach'aka'al u k'abo'ob. Pero mina'an bix ka a wile'ex le ba'alo'. Je'elo' ma' séeb mu'uko'obi'. Le túun ti' le áanimas in wíichamo', leti' ku meyaj te', uti'al leti' le presidenteo'. Je'elo' le bin le ka j-u'ul le judicialo'obo', ka bin ila'abe', láaj tia'ano'ob ich k'i'ik'e'. Ka jláaj mo'olo'obe', ka jts'a'abo'ob bin ti' u caja'ob. Ka ch'a'abe', ka jmu'uko'ob, ku ya'alike':

—Ay señora —ki—, ti' le ooraki'o', pero maas tu'on ken ma' peek', pero tu'on. Ka jmu'ukij. Je'elo' le ka j-u'ul uláak' le judicialo'obo', ka a'ala'abe', yaan u láaj bisa'alo'ob ilo'ob, ka a'ala'ab tene', como comandante yaanenikene'. Ka a'ala'ab tene': «Paulino, xeen a we'es le muknal ti'ob, tu'ux mu'uk le máako'obo'». Ka jbinen, como le in meyaje', bix maas, ka binen. Le ka jo'op u jo'osa'alo'ob tu caja'obe', ¡mare! Pero mina'an bix ka a wu'uy u tu'il le cristianoo'.

Ka jláaj jo'osabo'ob bin, ka jebla'aj le caja'obo', ka jo'op u xo'otol bin u nak'o'ob.

—¿Ba'anteni'? —ki.

—Yo'olal u yila'al wa mixba'al ts'ab ti'ob ka kíinsa'abo'obij.

Mixba'al, chéen ba'ale', mu'uko'ob ti' uláak'. Je'elo' le ka jts'a'ab ordene', le máako'ob, máaxo'ob ila'abo'ob, kíins le máako'obo'. Ka láaj ma'acho'obij, pero láaj ma'acho'ob bin. Je'elo' ka bin tu ya'alajo'obe':

—¿Ba'axten k ma'achal?

—¿Máax meent le loob te' carcelo'? Te'ex, tuláakal.

Ka jo'op u ya'aliko'ob. Je'elo' ka jláaj ma'acho'ob, le seiso'obo', ka jbisa'abo'ob bin, ka bisa'abo'ob te' carcelo'. Ts'in wóole', nin, seis años tu beeto'ob cárcel. Yaane', ti' kíimi'. Yaane', oorachaje'... ka'atúul in tio bino'ob, tu beeto'ob le loobo', ka'atúul in tio. Úuch kíimiko'ob, láaj kíimo'obi'. Ba'ale', lelo', bey le ku ya'ala'al, tuláakal le máax kíinsa'abo'obo', u familia, u paalalo'obe', láaj bino'ob káajal Káalk'ini'. Bey le ba'alo'ob úuchla'ajo'ob úucho'. Tak u yatano'obe', ma' jp'áato'obi', bueno, lelo' ts'o'oki'.

Bejla'e', u cuentoil le padre ken in tsikbalt te'exo'. Lelo', le señorao', ti' ku jóok'ol gremioi', je'elo' le padreo', ku ya'alike':

—Jach ya'ab a xuupe'ex, ma' ta taal a wu'uye'ex le misao'. Máatik ta wiknale'ex ku jóok'ol gremioe', ka taake'ex a wu'uye'ex le misa. Lela', chéen janal ka meentike'ex, chéen u kumil le janal ka kalantike'exo', ku yooratale', ka jo'opole'ex janal. Le misa ka bo'otike'exe', jaajal Dioso'. Wa ma' ta taal a wu'uye'ex, le a si'ipile'exe', bejla'e', mina'an baile, ma' tu suut yaantal baile.

Ka xu'ul u yaantal le baileo'. Je'elo', le señorao' ka j-oorachaj u jóok' le gremio uti'al Santo Cristo, tumen lelo' ku xaantal. Míin ku máan nueve días u jóok'ole', yake ka bin tu ya'alaje':

—Bejla', kun k'uchul oora ti' le curaa', tin wiknal kun káajal.

—Pero, ¿bix ken a beetij?

—Le máaxo'ob yéetel yaanene', leti'ob kun meentik le ba'ala', yaan u kíinsa'al.

—¿Yaan a kíinsike'ex le padreo'?

—Yaan.

Ka jo'op u tsolik ti' le máako'obo'. Le ka j-ok le gremio de tardeo', mixba'alak. Uti'al u sáastal, uti'al miisa, temprano, ej, como leti' in wíichan sacristano', sacristan lelo', ka bin a'ala'ab ti'e':

—¿Ba'axten ma' ta bin ta wotoch, Paulino? —ka bin a'ala'ab.

—¿Ba'anten ka túuxtikene'ex tin wotoch? Tene', wey kin meyaje' —kie.

—Pues chan ángel, xeen ta wotoch, tumen bik a jéentáant ba'al ma' a tia'ali'. Le bix kun kíinsbil le curao', bey kan kíinsa'akech.

Je'elo' le señora'ob catolica'ob, le bey u bin máak misa, gente, ko'olelo'ob ya'abo'ob, baj. U yojel ti'e', ka jo'op u máan u tsikbaltej. Je'elo', tene', como chichan neene' in chaambal, le kíinsa'ab Kaampecho', ka taalen in wáalkabe', ka tin wa'alaj ti':

—Eyaj —in suegra, u yotocho'ob le yaan je'el esquinaa', —ay maan, ¡nuka'aj bin kíinsbil padre!

—¿Ba'ax u si'ipil?

—Ma' in wojeli'. Taal in cuñada u ya'al tene', ka bin xi'iken in wilej.

—¡Ay María! —ki—, to' le chaambalo', ka a chikúunt te' k'áano', ka xi'ikech, —kie.

Ka tin to'aj in chaambalo', ka tin chikúunte', ka jbinen. Ka jk'uchene', ¡pero bey gentea'! Chuup le iglesia. Ka tin wilaj in t'anik in wíichamo', ka tin wa'alaj ti'e':

—¿Ba'ax túun ku yúuchul beya'? —kin wa'alik ti'e'.

—Nuka'aj kíinsbil le padrea' —ki.

—¿Ba'ax ucha'an ti' le máako'ob beya'?

—Kensa'ab ba'ax. Táan u ya'aliko'ob tene', ka bin luk'uken weye', tumen bik in ch'a' ba'al ma' in tia'ali'. Yaan bin u kíinsikeno'ob. Wa tu kíinseno'obe', leti' u yojelo'ob. Ti ki' k'ubik in puksi'ik'al ti' jaajal Dios. Leti'ob xane', ma' u yojelo'obe' bix keno'ob ts'o'okok, aan —ki. 

Le túun le señora tu'ux jóok'o':

—¡Jajajajaja! Le curao', láaj u weeyo'ob lelo'. Le xch'uupo'obo', láaj suuk yéetelo'ob. 

Tumen le ko'olelo'ob iglesia, ku ya'ala'al ba'al ti'ob. Ka tin wa'alaj ti'e':

—¿Ba'anten ma' tu púuts' le yuum padreo'? Je'el le joola', je'el uláak' je'elo', je'el uláak' je'elo'.

—Ma' tu yutstal —ki—, ka'aka'atúul wíiniko'ob yaano'ob beya', ka'atúul beya', ka'atúul te'ela', ka'atúul. Lalaj k'ala'an beyo', ma' tu cha'abal u jóok'ol le padreo'.

—¿Jach wáaj tu jaajil?

—Ma' tu cha'abal.

Ka tin p'isimbáaj tin wokol beya', chuup le iglesiao'. Ka tin wilaje' le padreo', bey u machmajil u libro, naats' ti' altar tu'ux ku meentik misa. Tu rezar, k'a'am u kaman t'aan. Le túun u hijo le señora kin wa'alik teech tu yotoch jóok' le gremio, táan u bo'otik bejla'e', ts'o'ole', k'as joven le máako'ob. Ma' tu yutstal u líik'il tu k'áan. A'ala'ab desde úucho', yaanili' u yaantal juntúul u bo'ot le ba'ax tu beeto'obo'. Je'elo', ka j-a'ala'abe'. Bey oora. Le túun le hijotsilo', ti' le gente buka'aj yaano', ka tu ya'alaj... ma' in wojele' ba'axi'. Bey bin u ya'ala'al, ti' wa'alakbal tu yiknal le padreo', tu xook le padreo', ka tin wilaj u ya'alike':

—Ya está compañeros, ya, ya está, ya estuvo —kie, tu yawato'ob.

Lelo', ¿ma' táan u ya'alike' ts'o'okij? Je'elo' le ka jbin túun le máako'. Kuxa'an, si tia'an tu k'áane', ma' tu yutstal u máan. Bey kúulpach le padreo', ka tu machaj ti' te'ela', ka tu ch'ojch'in, ts'o'okole', ka tu túuch'int le padreo'. Le padreo', le ju'uno' ma' tu cha'e', ka xáakk'aj beya', ka jlíik'ij. Ka tu mach u yaktáant le padreo' túun bey, tu tuntunch'intik, tu tuntunch'in. Tene', bey wa'aliken tu jool le iglesiaa', le ka jo'o'sa'ab, uti'al u jóok'ole', ka xakk'ajij. Le túun le jump'éel señoro', ka tu ya'alaje'... k'aas tro'obij pero beyo', yaan in wa'alik te'ex, ka tu ya'alaje': «Bejla' wale', u peel a na'», ki ti' le padreo'.

Pero ka tu kumaj jaats' ti' le padre te'ela'. ¿Tu'ux xan ta t'aane'ex in na'at? Ka péenajene', ka tin suut u jeel ti'. Teen jloxej, te'ela'. Je'ebix u beetik le padreo', bey tin meentij ti'. Ka tu ya'alaje':

—Bey wáaj ka meentike', hijueputa. Tu paach a weeye'exo', ti' kene'ex ts'o'okoli', bey oorasa'.

Yaan le ko'olelo'obo' ka tu ya'alajo'obe':

—Ma'alob, je'el bixak kan a k'áat a meente'exe'.

Uláak' juntúul túune', ku ya'ala'ale', u k'aaba'e', Doña Pola Mangas.

—Beyo', ooritasa' compañeros: tuláakal le xch'uupo'obo', u weeyo'ob le curao'. Tak leti'ob kuno'ob kíinsbilo'ob. Tumen lelo' u weeyo'ob, suuko'ob yéetel —kie.

Tumen ka binej iglesia, ku ya'aliko'ob. Ba'ale', ka jo'osa'ab le padreo' le u beel le tranvía, de hierro, ma' cha' u yéemel bey rua', puro leti' le ba'al ku t'ut'liko'. Tumen bin lelo', wa xakk'aje', kéen lúubuke', ku ts'a'akal jumpuli', ku kíinsa'al. Pero tu ts'aj Diose', ma' jlúubi', tu bisa'al. Le máax yaan le cuchilloo', u machmaj, ku ye'esike' bix ken u kíinsik le padre. To tu xuul le jo'okaajo', to tu'ux yaan le escuelae', ti' k'usa'abi'. Le ka wa'akunta'ab, le ka a'ala'abe' ti' kun kíinsbili'. Je'elo', to'one', óoxtúul ko'olelo'one', ka jwa'alajo'on bey jáal koota'. Ka jmáan le señora tu'ux jóok' le gremio.

—¿Ba'axten ka wa'atale'ex te'elo', peel a na'ex? Beora kene'ex kíinsbil yéetel a weeye'exo'.

Mixmáak núuktej. Jach ma' sáamile', ka t il u k'áatal u yáalkab le presidenteo', je' bakan yaan te' k'íiwiko', ku ya'ala'al bin ti'e':

—Señor, pero xeen a t'an le máako', ma' u kíinsik le padreo'. Le oora tu kíins le padreo', kensa'ab bix ken ts'o'okoko'one'ex te' kaaja'.

Ka jbin le presidenteo', ka jo'op' u t'anik le máako'. Don Justín Euan u k'aaba'. Tu tres semana máanak u beetik le ba'alo', ka jlo'om leti'. Je'ele', bey le ku ya'ala'alo' ma' k'ucha'an oora ti'e', ma' kíimi'. Tu káaltalo'ob, tu jats'ikuba'ob. Je'elo', ka j-a'ala'abe', le padreo', ma' tu páajtal u kíinsa'al, bisa'ak, ch'abak óotsilil ti'e'. Le máak túun bis yéetel le tranvíao', leti' bis Káalk'ini'. Je'elo', ka jo'op u suut le máako'obo'. Chéen jujuntúulil binik tu yotocho'ob. Tu quince díase', le señora kin wa'alik te'ex, Doña Pola Mangaso', ka bin bin u yok'tubáaj ti' le padre tu jo'oso'obo', ka bin a'ala'ab ti'e':

—¿Ba'axten ka taal a ch'a'en?

—¡Ay padrecito!

Ka bin tu xóolk'atubáaj tu táan le padreo'.

—Ki' ch'a' teen óotsilili', ko'ox a k'ay teen, leti' salve wáaj misa ti' in hijo. Eel in hijo.

—¿Pero bix eelik?

—Tia'an tu k'áane', ka j-eelij.

Táan bin u xokik le diarioo', ej, tu ts'u'uts', leti' beyo' náay u yóole', le diarioo' ka tu mach le k'áak'o'. Le ka jt'a'ab le diarioo', pero bey bin u yok'ola', ka j-eel tak u nook', ma' páajchaj u pitiki'. Pues leti' jkíinsej, eelij, kíimij. Ka bin tu ya'alaje', le padreo':

—Ma'alob hija —ki bin—, ma'alob. Jin taale' —ki bin.

Ma' sajak beyo'. Óoli' quince días. Ka bin tu ya'alaje':

—Xeen, je' kin taalo' —ki bin.

Ka bin jluk' le señorao'. Ka bin tu ya'alaj ti' le sacristano':

—Yaan in bin, tumen lelo' ma' a wojele' ba'axten úuch le ba'alo'. Dios meentej, tumen u káat u kíinsen ka'ache', ma' cha' u kíinsikeni'. Le oorae', ka jmeenta'ab ti' u hijoe', eel u hijo tu k'áano'.

Ka bin taal le padreo', ka bin k'uche', ka tu yilaje' chuchul le máako'. Eelij, pero ti' jáab u nook' yóok'ol, ka kíimij, bey túun j-eelo'. Je'elo', ka bin jmu'uke', ka bin tu ya'alaj ti'e':

—Diosbo'otik teech —ki bin.

—Diosbo'otik ti' le jajal Dios hija. Tene', mixba'al in wojel, pero ts'in taal in k'ay misa ti'.

—Ma'alob, ma'alob padrecito, ma'alob, Diosbo'otik teech.

Ts'o'okole', leti' le ken u kíinso'ob ka'achilo'. Je'elo', le padreo', ka tu yilaj oke', ka tu ya'alaje':

—Le máako'ob ku ya'alik u kíinseno'obo', leti'ob u'usen. ¿Táan wáaj u yiliko'ob ba'ax úuch ti'ob? Bejla'e', nuka'ajen u'ulule', in meent misa, chéen yáanal che'ob, ti' najo'ob. 

Domingoe', yaanal tu'ux ken u ya'al le misao', ti' uláak'e', yaanal, ti' uláak'e' yaanal, ti' uláak'e', yaanal. Je'elo' le ka j-oorachaj túun le u jo'op'ol u bin le ko'olelo'ob u yu'ubo'ob misa Káalk'ini'o', ¡pero bey xan u bin le ko'olelo'ob Káalk'ini' u yu'ubo'ob misa! Ka tu ya'alaje':

—Le máax u k'áat confesare', ka taalak confesar. Jin ts'aik confesare'.

Pues ya'abchaj máak confesar. Le ka jtocarnaj in bin tene', ba'ax tu ya'alaj teen:

—Hija, tin k'áatik ti' jajal Diose' ku perdonartech. ¿Ba'axten ta meent le ba'al ti' le wíinik beyo'? ¿Kux túun wa ku kíinseche'?

—Padrecito, náak'al teen in wu'uyik u ya'ala'al a kíinsa'al, padre, ¿ba'ax a si'ipil?

—Pues, p'at ka'achil, hija. ¿Kux túun wa ku kíinsech ti' le oorao'?

—Ni modo padre, in suerte wale' —ken ti'.

—Pues bejla'e', ka a wojeltej, nuka'aj jo'op'ol in taal in ts'a misa kaaje', chéen ti' najo'ob, pero ma' ichnaji', yáanal che'ob.

Ka jo'op' u taal le padreo', u taal. Xáanchaje', ka j-a'ala'abe', nuka'aj je'ebil le iglesiao'. K'a'alij, ¡buka'aj tiempo k'ala'an! Le ka j-a'ala'ab yaan u je'ebel le iglesia, Káalk'ini' bin le ko'olelo'obo', chéen ko'olelo'ob, ¡pero beya'! Bino'obe', u tsikbalto'ob ti' presidente Káalk'ini', ba'ax ken u meento'ob. Ka j a'ala'abe' «wa ka páajtale'exe', meente'ex, weye', ts'o'okij».

Ka a'ala'ab ti'ob jayp'éel, ka'ap'éel docena volador ken u manej le ko'olelo'obo'. Le kéen u ya'alo'ob nuka'aj u je'obe', te' k'íiwiko', pero ti' ka wa'awak'a'ak le volador, yo'olal u bin u jóok'ol gente. Chéen ko'olelo'ob jmeent lelo'. Le día lelo', mix ojéela'ane' tu'ux ts'o'ok u llaveil le iglesia. Jump'éel señora túune', ka tu ya'alaje':

—Yaan k je'ike'ex, ma' in wojel bix ken k je'ike'exi', pero yaan k je'ike'ex.

Ka tu jíit u gancho, le gancho ichil u ch'i'ikil le poolo', ka jbin u jup ti' u llaveil le joolo'. Ka jo'op u ch'otik, tu ch'otik, ka je'epajij. Le ka tu síijaj Dios u je'epajle', niño, pero bey okik gentea', pero ka jo'op' u máan je'ebil le joolnajo'obo'. Pero le ka j-ila'abe', mina'an bix ka a wil le ba'al, ku ya'ala'al le soots' yaantak u xiik'o'obe', pero kirim ku meentik. U nook' le xki'ichpan Ko'olebilo', ka'atúul oocho'ob kíinsa'abo'obi'. Ts'o'okole', altar yaan le ko'olebilo'. Pero oocho'ob, ba'alo'ob ku jóok'olo'ob, pero sucio iglesia. Ka tu juntartubáaj le ko'olelo'ob ka tu ya'alajo'obe':

—Sáamale', yaan ba'al, pero tuláakal le noonoje'exe', yaan k taale'ex p'o'ex le sueloo'. 

Tuláakal le ko'olelo'obo', láaj juntarnajo'obij. Yaane', táanxel tu'ux ku ch'a' ja'o', yaane', tolo', yaane', te'elo'. Ku púuta'al le ja'o', tu p'o'obol le suelo'obo', le banca'obo'. Ka ila'abe', ts'u lindotal. Ka jo'op' u yu'usa'al le padreo', bey jo'op'ik u taal padre tulaak' weyo'. ¿Pero ba'alan ma' ucha'ani', niño? ¡Ay santísima! Pues tene', in loxmaj le máako', ma' xaanchaj ka jkíim xani'. Le máaxo'ob k'almajil le u jool le iglesiao', ti' kúulenkúulo'ob u pa'ato'ob ma' u púuts' le padreo'. Juntúule', te' yotocha'. P'áat xaklankal u máan, ma' xaanchaj ka jkíimi'. Ku ya'ala'ale', le ba'ax tu beeto'obo', leti' le castigo jlúub yóok'olo'obo'. U'uy a wu'uyej ba'ax úuch ti'. Bey le máax kun kíinsiko', lo'om táanil, chéen ma' jkíimi'. Uláak', le lox le padreo', jkíimij. Pero kale'ex, úuch láaj kíimiko'ob, úuch láaj kíimiko'ob. ¿Pero ba'alan ma' in meento'oni'? Ay, ay lelo' jach in wilmaj, lelo' si in wilmaj le ba'al je'elo'. Le beetike', tak bejla'e', k'aja'an teen, santísima. Pero yaj le ba'al úucho', yaj u kíinsa'al máak, aaj.

Jump'éel xch'úupal túune', ma' wey jts'o'ok u beel xane', ¿ba'an? Kensa'ab tu'ux u kaajal le máako', u k'aaba' u yíichame', Pelón Rodríguez, wey yaan kaaje', suunajij. Le tiempo leti' a'ala'ab yaan u kíinsa'al le padreo', ku taal u ya'alo'ob misa te' iglesiao', ts'o'okole' chéen máako'ob. Ku ya'alike', le jump'éel señoro':

—Teen ken in meent in padreil.

Ku búukintik u nook' le padreo', ku ts'aik le sotanao', ts'o'okole' chéen máak. Le xch'úupalo', ku na'akal te altaro' ku jo'op'ol k'aay, Ko'olebil bin. Le máak tu búukint u nook' le padreo', tu k'ayik, chéen salve ku k'ayik. Úuch kíimiko'ob. Pero ba'alo'ob ma' ucha'ano'ob weya'. Ay santísima, pero ya'ab ba'ax ku beeta'al wey kaaj úuchile', ya'ab. Le jaaj le je'el k'aja'an teena'. Pero lelo', lelo' sajaken ti' le ba'al je'el úucho', yayaj ba'al. ¿Teech wáaj a wojel? Puro kíimij, kíinsbilo'ob, lalaj ba'alo'ob beyo'. Lelo', le jach suuk. Ay, kin wa'alik, lelo' in wojel, k'aja'an teen beyo', k'aja'an teen. Pues le kíinsa'ak le ts'uulo'obo', ka'atúul in tio bino'obi', bisa'abo'ob cárcel. Cinco años tu beeto'ob cárcel ka jo'op u chabalo'ob. Pero ¿ba'an? Yaan ts'u kíimili', cárcel kíimij. Le don Albino Koyi', ku ya'ala'alo', u nojochil le ba'al, le kíinsa'ak úucho', ts'u yoksa'al bin te' carcelo', ku ta'akal bin le suum tu kaalo'. Ku t'úuya'al bin beya'. Desde te' ka'anal yaano', ku cha'ak'abta'al bine', pero k'a'am u lúubul, ku ts'o'okole', ku ka' na'aksa'al tuláak'. Tu beeta'al u bo'otik u si'ipil beyo', cárcel, cárcelil Kaampech beeta'ab le ba'alo'. Je'elo', niño, bey le ba'al úucho'. Ka ts'o'oke', xaklankal u máan, tu máan. Pero ba'alo'ob úuch ti'ob. Úuch láaj kíimiko'ob. Diosbo'otik ti' jajal Diose', kex beyena', kuxa'anen in tsikbalt te'exa', beyo'. Lelo' yayaj ba'al in wilmaj le je'elo', niño, ¡ay! Pero ko'olelo'ob ku yok'olo'ob. Mina'an bix ka a wila' le ok'olo'. Bey chan suuk a bin le misao', naak'al teech a wu'uyik ba'ax ku beeta'al ti' padre. Pero le máako'ob ma' suuk u bino'obi'o', ma'. Poch'bil u beetiko'ob. Tak bejla' bey ka wiliko'. Yaan le máako'obo', ku poch'iko'ob le yuum padreo', léeyli' beya'. Le yaan oora beyo'. Ku tsikbaltik wa yaan ba'ax ken u man iglesiae', ku tsikbaltike', wa bin yaan máak uts u puksi'ik'ale', ka chan síik centavo, uti'al u yáantikubáaj. Ku ya'aliko'obe': «Jan, lelo' chéen tu k'áatike' uti'al u jaantej» —ki'ob.

Beyo', beyo'. Tene', ¿ba'axten bíin in tuse'ex? Pero u yaakumanen. Ka jléeken tolakio', tia'anen tin k'áane', chilikbalen beya', tin muk'yaj, yaj ba'ax ku yúuchul teen. Ka tin wil u taal juntúul le xi'ipalo', ta'aytak bin u k'amik u padreil. Ka tu ya'alaj tene': 

—Doña Mica, tu túuxten bin padre bin in wa'al bin teche', le rezaro'ob a wojelo', rezarnen ta k'áan, kulen. Tumen le misa kun meentbil beoraa', uti'al jajal Diose', uti'al a wáantikabáaj. Uti'al a aliviar ba'ax ka muk'yajtik, a tia'al.

—Ma'alob.

Jach jaaj xan, pues kin wilik. Le beetike', yaan oora túune', kin invitartik ka taalak janal.

—Pero abuelita, óotsilech.

—Ay, ba'ax a k'áat ti'i' padre. Ko'oten ka jaanako'on.

Ku taal. Bejla'e', ts'o'ok ka'atéen u taal tak u maama, tak u taata. Kensa'ab tu'ux u kaajal le padreo', mmm, ma'. Bey le ba'al ka wilike'exo', beyo'. Jaaj, le beetik kin wa'alik te'exe' le in wojelo', ts'o'ok in wa'alik te'ex beyo'.


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REFERENCIA: Can Canul, César y Rodrigo Gutiérrez Bravo (2016). Narraciones mayas de Campeche. Ciudad de México: Instituto Nacional de Lenguas Indígenas. Recuperado de: https://site.inali.gob.mx/publicaciones/narraciones_mayas_campeche.pdf

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