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"Siete poetas norteamericanas del s. XX", Beth Miller | Maratona Guadalupe-reinas | Libros B4 Tipos


Nuestra charla será el miércoles 25 de diciembre de 2023 a las 22:00 hrs., por Facebook Live

CONSIGNA 5. Antología escrita y antologada por mujeres


Introducción de Beth Miller

(Fragmento)


De las poetas aquí incluidas, Sylvia Plath (1932-63) junto con Erica Jong (n. 1942) son quizá las más conocidas en México. Sin embargo, todas —y muchas de las que faltan— me parecen buenas poetas. Esta sería razón suficiente para incluirlas en una antología. También hay una segunda razón. Todas ellas, sin llegar a formar un grupo, con matices, preferencias, estilos y simpatías diferentes, han contribuido a la evolución de la conciencia del movimiento feminista contemporáneo.

Esta antología lleva la misma dedicatoria, aunque también va dedicada, con mejor voluntad, a los amigos leales.

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Envidia del pene


Envidio a los hombres que pueden anhelar
con infinita vaciedad
el cuerpo de una mujer,
que esperan que su anhelo
haga un niño,
que su oquedad misma
fertilice lo oscuro.

Las mujeres no se hacen ilusiones sobre esto,
ya que son a la vez
casas y túneles,
copas y las que escancian el vino,
ya que conocen el vacío como estado temporal
entre dos plenitudes,
y no ven en ello ningún romance.

Si yo fuera hombre,
condenado a esa infinita vaciedad,
y no teniendo alternativa,
encontraría, como los otros, sin duda,
una mujer
para bautizarla Vientre de Luna,
Madona, Diosa del Cabello de Oro
y hacerla tienda de mi deseo,
paracaídas de seda de mi lujuria,
icono ojiazul de mi sagrada comezón sexual,
madre de mi hambre.

Pero ya que soy mujer,
debo no sólo inspirar el poema
sino también escribirlo a máquina,
no sólo concebir al niño
sino también darlo a luz,
no sólo dar a luz al niño
sino también bañarlo,
no sólo bañar al niño
sino también alimentarlo,
no sólo alimentar al niño
sino también llevarlo
a todas partes, a todas partes...

mientras que los hombres escriben poemas
sobre los misterios de la maternidad.

Envidio a los hombres que pueden anhelar
con infinita vaciedad.


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Nuestros cuerpos


Nuestros cuerpos, todavía jóvenes
bajo la grabada ansiedad de nuestros
rostros, e inocentemente

más expresivos que rostros:
pezones, ombligo y vello púbico
hacen de todos modos una

especie de rostro: o considerando
las sombras redondeadas
en pecho, nalga, cojones

lo regordete de mi vientre, el
hueco de tu
ingle, como una constelación,

cómo se inclina desde la tierra
hasta el amanecer en un gesto de
juego y

sabia compasión
nada como esto
viene a darse

en ojos o pensativas
bocas.

           Amo
la línea o surco
que desciende
por mi cuerpo del esternón
a la cintura. Habla de
anhelo, de
distancia.

               Tu larga espalda,
color de arena y
configuración de huesos,
dice
lo que a la puesta del sol dice el cielo
casi blanco
sobre un profundo bosque al
que vuelve una manada de cornejas.


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La más clara alegría


La más clara alegría
es el cese de un gran sufrimiento.
Cuando la campana de hierro se quita de la cabeza,
cuando el clamoroso choque se apacigua en los nervios,
cuando el cuerpo se desliza libre
como la carnada del anzuelo
y el pútrido aire de la ciudad
empieza a bullir en los pulmones.
La luz resbala en miel sobre los ojos.
El austero techo se vuelve merengue.
El cuerpo se desenreda, se despliega
prodigiosamente vacío como un lirio.
Respirar es bailar.
Muda y enteramente
como la albahaca en la ventana
levanto la nariz al sol. 

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El colgado


Por las raíces de mi pelo algún dios me agarró.
Me crispé en sus azules voltios como un profeta del desierto.

Las noches de pronto se cerraron como párpado de lagarto:
Un mundo de calvos días blancos en una cuenca sin sombra.

Un aburrimiento de buitres me clavó a este árbol.
Si él fuera yo, haría lo que yo hice.


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La extranjera


Mirando como antes he mirado, derecho al corazón
de la calle hasta el río
caminando por los ríos de las avenidas
sintiendo el temblor de las cuevas bajo el asfalto
viendo encenderse las luces en las torres
caminando como antes he caminado
como un hombre, como una mujer, en la ciudad
mi ira visionaria despejando mi vista
y las detalladas percepciones de misericordia
floreciendo de esa ira

si al entrar en un cuarto desde la aguda luz brumosa
los oigo hablar un idioma muerto
si preguntan mi identidad
¿qué puedo decir sino que
soy la andrógina?
yo soy la mente viva que no pueden describir
en su idioma muerto
el sustantivo perdido, el verbo que sobrevive
sólo en infinitivo
las letras de mi nombre están escritas entre los párpados
del recién nacido


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Cuando un hombre entra en una mujer


Cuando un hombre entra
en una mujer,
como el oleaje que muerde la orilla,
una y otra vez,
y la mujer abre la boca de placer
y sus dientes brillan
como el alfabeto,
Logos aparece ordeñando una estrella,
y el hombre
dentro de la mujer
hace un nudo,
para que nunca más estén separados
y la mujer
sube a una flor
y Logos aparece
y desata los ríos.

Este hombre,
esta mujer
con su doble hambre,
han procurado penetrar
la cortina de Dios,
lo cual brevemente
han logrado
aunque Dios
en su perversidad
deshace el nudo.

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Historia


Un hombre me preguntó
la historia de mi vida.
Dije
que yo no tenía
historia.
Que todas mis historias eran vidas,
como hongos,
aparentemente sin raíces,
aunque las esporas, microscópicas, que bailan
    en la tierra
como mi mano roza tu cara mientras
duermes,
               ya no son misteriosas;
y recordé que todas mis historias son una sola,
dejando a una mujer con un puñado de plata
que se vuelve luz de luna
desvanece como el aire,
desaparece con el sol,
permaneciendo ella con sus manos abiertas
y la poesía que es música,
una canción que nos ronda a todos
es lo que le queda,
su realidad misteriosamente,
quizá microscópicamente, ida
                                             para aparecer en otro
terreno pantanoso.
Yo busco al mago que entienda
lo que es invisible
al ojo desnudo,
que lea la poesía como un texto
para una nueva especie de jardín,
que convierta la luz de luna
en un puñado de plata,
en algo sólido y real,
no en ilusión,
no en viejas historias,
no en la vieja versión de la vida,
no en hongos venenosos.

Hongos,
comibles,
hermosos,
que dejan caer las esporas
y dan vida
justamente
como nosotros.
La historia de mi vida
es
que continúa.

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📌 FUENTE: Miller, Beth (2008). Siete poetas norteamericanas contemporáneas. México: UNAM. Recuperado de: https://cutt.ly/zwFhBHZg 

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