Semblanza
Libertad Pantoja. CDMX, 1987.
Es autora del libro de cuentos, "Tú, enfermo no estás" de editorial Malabar. Publicó el cuento "Hilos" en el libro "Historias de las historias" de ediciones El Ermitaño y el cuento "La carta de Snellen" en el libro "Lo fantástico no existe" de ediciones Periféricas. Ha publicado cuentos en la revista Temporales y Penumbria. Sus historias narran situaciones oníricas o fantásticas ligadas a las transformaciones cotidianas por las que atraviesan sus personajes.
Libertad estudio Ciencias Genómicas y Doctorado en Ciencias Biomédicas en la UNAM. Es es egresada del Diplomado en Escritura de Literaria, Centro Mexicano de Escritores. Libertad ha recibido la beca Jóvenes Creadores del FONCA en dos ocasiones. La primera en la especialidad de Cuento y la segunda en la especialidad de novela. Ha participado tres veces en el programa de escritura "Under the Volcano".
Actualmente se decida a escribir narrativa y a hacer escritura técnica.
"De cadáveres" se incluyó por pimera vez en la antología de becarios del FONCA de la generación 2018-2019, segundo período.
De cadáveres
Yo quería estudiar medicina, doctor. De veras. Ni cuando me hicieron la novatada tuve mis dudas. No, no fue la de los dedos, creo que tiene años que ya no se hace ésa.
Me mostraron un ojo, redondo y reluciente. “Te lo vas a comerˮ, me dijeron. Yo estaba amarrado a una silla, con las manos atadas a la espalda. No me quejé porque Jaziel, a riesgo de que se enteraran sus compañeros, me prometió que no sería más que un susto. Me vendaron los ojos ahí mismo en el salón, luego me taparon la nariz hasta que abrí la boca. Entonces, al sentir el objeto dulce y húmedo sobre mi lengua, mi seguridad de estudiar medicina sí flaqueó un poquito. Pero no como ahorita, doctor. Sí, yo creo que a todos nos pasa.
Logré calmarme el tiempo suficiente para sentir alivio: un ojo no puede ser dulce, ni tan pequeño. Usted que hizo su servicio social trabajando con pacientes con oncocercosis en San Juan Yaeé no me dejará mentir. Otros de mis compañeros no reaccionaron tan bien y vomitaron la uva. Pensé que era innecesaria tanta rudeza, aunque medicina de por sí no sea una carrera amable.
No, los cadáveres no me dan asco. Mi amigo Jaziel, el que me habló de dónde hizo usted su servicio social y de la novatada, ya me había contado que desde primer semestre me iba a tocar hacer una disección. Él mismo me comentó que en su grupo, incluso, les ponían nombre a los cadáveres, que uno acaba por acostumbrarse, justo como usted me dijo hace rato cuando entré a su oficina.
Todavía ayer, Jaziel insistió en que no tuviera miedo, que la vista desde las aulas de disección es muy bella y que, si tenía suerte y me tocaba la clase a las siete de la mañana, podría hacer la disección viendo el amanecer. Todo lo que él me contó sobre las salas recién remodeladas, la piel de pergamino de los cadáveres y la oración al cadáver desconocido, extrañamente me tranquilizó. Me hizo sentir como que nada podía salir mal. Aunque después me salió con que después de que uno pasa un buen rato en la sala de disección, el olor de los cuerpos conservados despierta el hambre. ¿Es cierto? No pude estar el suficiente tiempo para comprobarlo.
Hoy en la mañana que llegué y vi a mis compañeros y a la maestra Lucinda me tranquilicé aún más, no tendría que hacerlo solo. Por la ventana abierta vi la sala de disección bien iluminada, con sus mesas de aluminio, techo blanco y páneles azules en las paredes. Tal como Jaziel me había dicho, tenía ventanales enormes por donde apenas comenzaba a distinguirse la ligera franja anaranjada previa al amanecer. La maestra me repitió antes de entrar lo que Jaziel ya me había contado: que hay que tenerle respeto al cadáver, pero que es inevitable que se empiecen a hacer bromas para relajar el ambiente, que es importante ir conociendo los límites poco a poco. Entonces, comprendí el significado de la Oración al cadáver desconocido que escribió Rokitansky.
Al cortar con la rígida hoja de tu bisturí sobre el cadáver desconocido, debes recordar que este cuerpo nacido del amor de dos almas, creció embalado por la fe y por la esperanza incluida en el seno de su familia.
Sonrió y soñó los mismos sueños de niños y jóvenes, pero seguro amó y fue amado; descansó y vio mañanas felices, y sintió nostalgia por los que se fueron.
Ahora, está en la fría plancha negra, sin que por él se hubiera derramado al menos una lágrima, sin que tuviera un solo rezo.
Su nombre solamente Dios lo sabe, pero el destino inexorable le dio el poder y la grandeza de servir a la humanidad, humanidad que por él pasó indiferente.
En ese momento, sentí que formaba parte de alguna clase de rito solemne, que al convertirnos en médicos mis compañeros no seríamos autómatas que le cambiarían las piezas a otras máquinas colocadas sobre una plancha fría. Era como si la medicina, al tener acceso a los templos del espíritu, estuviera más cerca de ser una religión que una ciencia. Sé que suena tonto, pero me gustó sentirme parte de una tradición milenaria y casi religiosa en la medicina, y pasé a la sala. Pensé que sólo los médicos podíamos tener la suficiente fuerza para estar con los muertos y la suficiente humanidad para curar a los vivos. “Creció embalado por la fe y por la esperanza incluida en el seno de su familia.ˮ Entiendo que le dé risa, pero así me sentía y por ese sentimiento me parece más triste el tener que dejar la carrera.
Me sorprendió lo nuevo de las salas, pero casi de inmediato comencé a toser con el olor agrio del formaldehído, del que nadie me previno. Todos los cadáveres habían sido fijados en formol y, tal como me lo previno Jaziel, la piel se veía como pergamino. Sobre las mesas había torsos, brazos, en algunas charolas incluso cadáveres casi completos, todos estaban secos como el hojaldre.
Cuando llegué a mi lugar, vi que me tocó una cabeza. Fue ahí cuando decidí que iba a dejar la carrera. Sé que no soy el único que se ha impresionado por estar ante un cadáver. Pero no es por eso. De verdad. No es la muerte, ni los cambios que causó el formol. Al contrario, creo que esos cambios, cuando entré a la sala, hicieron que me diera menos miedo, como si los cadáveres fueran más bien muñecos. Es que usted no entiende, doctor. De haber sido cualquier otro cuerpo, aunque me hubiera dado miedo, lo habría intentado. Sé que se supone que no pasa, que suena a una estupidez. Pero es que en cuanto la vi, la reconocí.
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CÓMO CITAR: Pantoja, Libertad (2019). De cadáveres. En Antología Jóvenes creadores 2018-2019 Segundo periodo. México: Secretaría de Cultura-FONCA. Págs. 65-67. Recuperado de: https://fonca.cultura.gob.mx/jovenes-creadores/wp-content/uploads/2019/11/antologia_sp_2019.pdf
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