"El peso de la memoria - Na jiú’ú nu pjeñe" | Francisco Antonio | México en sus Letras | FONCA, JC 2018-2019
Semblanza
Francisco Antonio León Cuervo nació en Santa Ana Nichi, Estado de México, el 2 de octubre de 1987.
Es escritor, docente, investigador y traductor mazahua.
Desde 2011 ha traducido a la lengua mazahua diversas leyes y convenios internacionales con instituciones como INALI, SEDESOL, CNDH, entre otras. Tradujo a la lengua mazahua el poemario Cenizas de una flor / Yo b’osibi na nrájná del autor Xhevdet Bajraj. Presidente de Escritores Mazahuas. Director de la revista Nu Jñiñi Jñatjo / El Pueblo Mazahua, ahora Jñatrjo / Mazahua.
Su trabajo se encuentra incluido en las antologías: Insurrección de las palabras, 2018, Xochitlatoli, 2019. Zojña Jñatjo / Poesía Mazahua, 2019. América en ocho lenguas, 2020. In ixtli in yólotl / Rostro y Corazón, 2020. Di lo que quieres decir, 2020. Lenguas de la madre tierra, 2021 y Minificciones desde el encierro, 2021. Es autor del poemario Yo jomú nu ú'ú / Las Tierras del dolor, 2019 y la novela Nu pama pama nzhogú / El eterno retorno, 2019. En 2019 fue becario del FONCA de la beca Jóvenes Creadores. Ha colaborado con cuentos y poemas en revistas impresas y electrónicas como Sinfín, Circulo de Poesía y Ojarasca. Ha participado en diversos recitales de narrativa y poesía como el Festival de la Lengua, Arte y Cultura Otomí FLACO, la Feria del Libro de Valle de Bravo FLVB, el Festival SINERGIA, la FILEM, la FILAH, la FIL del Zocalo y la FIL de Guadalajara, entre otros.
En 2018 su novela Nu pama pama nzhogú / El eterno retorno, obtuvo el Premio de Literaturas Indígenas de América PLIA 2018.
"El peso de la memoria - Na jiú’ú nu pjeñe" se incluyó en la antología de becarios del FONCA de la generación 2018-2019, primer período.
El peso de la memoria
Lucio sintió el mundo encima cuando la piedra rodó hacia él, pues la dinamita no la rompió, no tenía para dónde moverse, se protegió de la explosión en el hueco que había dejado otra piedra, ahora la enorme roca lo aplastaría. Todos sus pensamientos se agolparon frente a él en un mismo instante y en un suspiro, dejó correr toda su vida, desde el primer recuerdo hasta el momento de elegir inconscientemente protegerse ahí.
Durante todo el día estuvo dinamitando el último montículo de enormes rocas en la cima de La Mesa, la producción se había detenido por varios días, debido a que éstas obstruían las vetas de piedra caliza; el hoyo donde intentó protegerse había quedado después de dinamitar una roca a un costado del montículo. Las piedras eran muy grandes, pero la pólvora usada era justamente la necesaria, por varios meses, él se había encargado de dinamitar las rocas, por lo mismo se había vuelto un experto en el oficio, sin embargo, esa roca era más dura y sólo rodó. Fue el mismo Lucio quien encendió la mecha y calculó la fuerza de la explosión para lanzar los restos al lado contrario de donde se encontraba.
Recordó a su mujer, a su madre anciana, a su padre muerto, su jacal, su milpa y sus animales. El corazón se le afligió al pensar que en pocos días su hijo nacería. Paralizado por el pavor de saberse muerto, se cubrió la cabeza con los brazos, cerró los ojos y se encogió para ser aplastado.
¡Lucio! ¡Lucio! ¡Lucio, el niño ya nació! Gritaba María, mientras subía la cuesta agitando su rebozo. ¡El niño ya nació! ¡El niño ya nació! De un salto, Lucio salió del agujero, se sacudió el polvo y corrió hacia ella preguntando:
¿Mi niño ya nació? ¿Mi niño ya nació? Sí compadre, gritaba ella y se abría camino entre los escombros de La Mesa. Es niño, es niño como usted; decía casi sin poder respirar. Por la emoción, Lucio no supo cómo fue que se encontró con María habiendo esquivado descalzo los restos de rocas filosas regadas por todo el suelo. ¿Y Juanita cómo está? Ella está bien, vaya compadre, vaya a conocer a su chamaco.
Lucio quiso correr a su jacal, pero no era prudente abandonar el trabajo, de hacerlo, antes de llegar a la mitad del camino el capataz le daría alcance y, después de unos latigazos, lo arrastraría hasta La Calera desde el fuste de su caballo. Con la mirada recorrió toda la parte oeste de La Mesa buscando al capataz: lo encontró cerca de los hornos durmiendo al lado de las chimeneas. El hombre vivía alerta, cuando escuchó a alguien acercarse y sólo movió un poco el sombrero para ver quién era. Ya me voy, Martín, dijo Lucio, mi chamaco ya nació. Él, sin decir nada sonrió, mientras intentaba asentir entre dientes, acomodó nuevamente su sombrero y volvió a fingir que dormía. Lucio parecía no estar cansado luego del intenso día de trabajo, nuevamente vio al mundo venírsele encima, pero ahora de felicidad. Esa ansiedad de llegar a su jacal nunca antes la había sentido.
¡Fue niño, fue niño! Dijo Juanita al verlo entrar. Pero él ni siquiera la escuchó, levantó al niño para observarlo con claridad. ¿Nació bien? ¿Está completito? ¿No le falta nada? Preguntaba, mientras lo examinaba como si fuera un cachorro al que fuera a comprar. Sí Lucio, está bien, nació sano, ya no te fijes más, respondió ella. Estaba contenta de verlo ahí cargando a su hijo. Sabía que él nunca lo iba a abandonar, no habría nada que no haría por él, lo examinaba no porque no lo quisiera, sino porque le preocupaba que algún defecto lo acongojara el resto de su vida. Ya Lucio, no te fijes más, el niño está bien. Él apretó al pequeño con sus brazos, después, la miró ahí, acostada en el petate, tan contenta como él, estaba agotada por el parto, pálida, con los cabellos enredados. El corazón de Lucio se alegró aún más, no le cabía en el cuerpo, sentía tanto por ella, pero era incapaz de expresarlo. Más allá de las noches de entrega, él no la abrazaba, jamás le había dicho un cumplido, incluso, muy pocas veces la miraba a los ojos; se inclinó para acariciar su pelo, chocar sus rostros y llorar de felicidad.
Era el más puro e inocente amor que se podía encontrar. No le dijo te amo, porque no sabía que eso que él sentía otros lo llamaban amor, nunca había escuchado esa palabra y como todos los que son como él, no necesitaba de una palabra así. El amor es un concepto imaginado y usado por quienes amamos tan poco, por ser nuestro corazón tan pequeño e incapaz de guardar amor, por eso necesitamos sacarlo diciendo te amo, a todo lo que se nos ocurra, para que no estalle ahí dentro y el mundo sepa que amamos, aunque sea sólo por instantes.
¿Cómo se va a llamar? Preguntó ella. Pedro, como tu papá, le contestó. La quería desde niña, su corazón se iluminaba al verla juntar flores para tejer coronas que luego adornaban sus cabellos enredados, cuando corría descalza como todas las demás niñas siguiendo mariposas, al escucharla reír si ganaba en la matatena o aplastaba las hormigas que trepaban por su enagua. Esa niña de trencitas sucias y enaguas remendadas era la razón de su alegría, aun cuando él era muy pequeño. Pensaba en ella todo el tiempo: mientras ayudaba en la milpa, al cazar pájaros con su honda, incluso al dormir en el petate junto a sus padres. Todos los días la seguía a donde fuera. Al levantarse, inmediatamente comenzaba a buscarla, siempre cuidando que nadie más se le acercara y ella ni se imaginaba por qué. Ahora era su mujer como había soñado toda la vida y no sólo eso, también le había dado un hijo, ahora podría decir que eran una familia.
Vivían en lo más inhabitable de la montaña, entre barrancos y piedras, en el único lugar que ningún español quiso reclamar. El lugar se encontraba entre las haciendas de San Miguel y de San Juan. El poblado se llamaba Xiza (Encinal), eran unas veinte familias dedicadas a criar puercos, guajolotes y a hacer carbón para vender al patrón o cambiarlo por maíz, pues sus tierras eran muy pequeñas y las cosechas no alcanzaban para alimentarse todo el año. Esa razón obligaba a casi todos los habitantes de Xiza, incluso a los niños, a emplearse temporalmente en alguna de las dos haciendas; por supuesto, en las mismas o peores condiciones que los peones de éstas, pues las haciendas no podían prescindir de sus peones permanentes, los trabajadores temporales, por el contrario, no tenían ninguna garantía en todo cuanto se refería a la seguridad de su salario o a la protección de su vida dentro del trabajo.
Fue durante la pasada época de lluvias cuando Lucio y Juanita se juntaron. Él y otros muchachos habían ayudado a sembrar las milpas de Pedro, el padre de Juanita. Fueron tres parcelas pequeñas, pero la inclinación del terreno les hizo demorarse casi todo el día. Por la tarde, al terminar de comer, Pedro los invitó a tomar unos tragos de pulque en la tienda de San Miguel, la cual pertenecía a la hacienda del mismo nombre. En aquella ocasión se encontraba en la tienda Genaro, el hijo mayor del capataz de la hacienda, quien se acercó a beber con ellos. Más tarde llegó don Ramiro Idelfonso, dueño de la hacienda de San Juan, quien había ido a visitar a don Braulio Mares dueño de la hacienda de San Miguel para arreglar algunos negocios; sin embargo, éste último no se encontraba aquel día, por lo que don Ramiro pasó a la tienda a tomarse algunos tragos como distracción.
¿Cómo van tus milpas, Pedro? Preguntó don Ramiro, después de un rato de beber a solas y fastidiado de escuchar a esos indios reír a carcajadas sin tener con quien charlar. Pues apenas hoy sembramos, patrón, contestó Pedro, yo creo que este año las cosechas van a mejorar, está lloviendo desde temprano y si no cae hielo el maíz se va a lograr. Qué bueno, así podrán pagarme las deudas que desde hace tiempo me deben, dijo el hacendado en tono de burla, aunque todos ahí sabían que no tenían ninguna deuda con él; no comentaron nada al respecto, pues al patrón no se debía contrariar y menos si andaba tomado. Necesito que acaben pronto y me vayan a ayudar, tengo muy pocos peones trabajando en El Riego, la tierra se va a pasar. Sí patrón, la otra semana iremos, nada más terminamos de sembrar, respondió Marcial, uno de los hombres más viejos en el lugar. ¿Qué dices tú Pedro, me irás a ayudar? Sí patrón, contestó aquel; como dijo Marcial, nada más acabamos y vamos para allá. Don Ramiro Idelfonso creyó que el hígado le iba a reventar, la saliva se le amargó sólo del coraje que hizo. Ellos eran unos pinches indios y le decían a él, un hacendado, que debía esperar, que sus tierras estaban antes que las del patrón, era una insolencia imposible de creer, pero ¿qué podía hacer? Ellos eran libres, en otro tiempo hubiera matado a uno o a dos y los otros no se rehusarían a trabajar; pero los rumores de una revuelta sonaban en la montaña y no sería él quien diera un pretexto para que esos indios se rebelaran.
¿Ya crecieron tus hijas, verdad Pedro? Preguntó don Ramiro, tratando de ocultar su mal humor. Sí, ya crecieron, patrón, respondió Pedro, entendiendo la pregunta como una provocación. Si quieren trabajar diles que las espero en la hacienda, ya sabes que yo las sé tratar muy bien. Lo tendré en cuenta, patrón, dijo el indio con la boca seca e intentando mantener el control; sin embargo, el hacendado no sólo había incomodado a Pedro, sino también a sus hijos y a los demás hombres del lugar. La calma llegó con la impertinencia de Genaro, quien ebrio habló. A mí siempre me han gustado tus hijas, Pedro, y como que ya me quiero casar. El comentario también ofendió a Pedro y a sus hijos, sobre todo por la fama de burlador que Genaro tenía; pero era mejor responder a las ofensas de otro indio y no a las ofensas del patrón. En el calor del momento Genaro volvió a decir: Pedro, te invito una botella de alcohol a cambio de Juanita. Un pequeño silencio que pareció eterno y se apoderó del lugar. Lucio, que hasta entonces había estado callado, sintió perderla. Eran tiempos en los que a una mujer se le podía comprar con un poco de alcohol, sin importar qué pensara ella o quién pudiera amarla más. Genaro era el hijo del capataz y, aunque también era un peón, él podía ofrecer más a Juanita que cualquier otro; pero sobre todo, tenía los centavos para ofrecer una botella de alcohol a su papá.
Yo te doy un medio de pulque por Juanita, Pedro, dijo Lucio. Todos rieron creyendo que no era cierta la proposición. Pedro tampoco tomó en cuenta sus palabras. Don Ramiro se acercó a Lucio y le propuso pagar las botellas de alcohol necesarias para ganar a Juanita, a cambio, él trabajaría un tiempo en los hornos de cal y éste aceptó. En realidad a don Ramiro no le interesaba ayudar a Lucio, él sólo quería divertirse un poco con las peleas de los indios; además, no olvidaba que momentos antes ellos lo habían ofendido, y ésa era la excusa perfecta para darles una lección.
Hacía un buen rato que el sol se había ocultado. Por las pequeñas ventanas de la tienda ya no entraba un sólo rayo de luz, el lugar sólo estaba iluminado por una vela en el mostrador; a esa hora todos los rostros eran iguales, únicamente los distinguía la forma de su voz y todos ellos se conocían tan bien que eran inconfundibles. Te doy dos botellas de alcohol por Juanita, volvió a decir Lucio, respaldado por don Ramiro, pero Genaro igualó la oferta. Él estaba al otro lado de la tienda, por lo mismo no supo que el hacendado apoyaba a su rival, de saberlo hubiera guardado sus palabras; pero ya había hablado, sin importar lo que resultara, no se podía rajar. Ya me oíste Pedro, dos botellas de alcohol por Juanita, tú dirás, vociferó Genaro azotando su jarro en el mostrador. Yo también te doy las dos botellas Pedro, dijo Lucio igualando la oferta, pero la timidez de ambos ya se escuchaba en el ambiente. Ninguno de los dos se atrevió a ofrecer más. Lucio sabía que tres botellas significaban una deuda muy grande. Genaro tampoco tenía ese dinero, además, su padre lo golpearía si se endeudaba de esa manera. Pedro no sabía qué decir, escupió al piso maldiciendo la mañana en que se levantó, no era su día de suerte, se repetía en sus pensamientos. No quería una pelea. Lucio era de los suyos, pero el hijo del capataz era un hombre del que se debía cuidar.
Cuando nazca mi hijo, si es niño le pondré Pedro como tú, dijo Lucio con la voz muy segura. Genaro calló, él no podía ofrecer lo mismo. Su padre, su abuelo y el padre de su abuelo se habían llamado Genaro como él, era un nombre que no podía cambiar, pues lo arrastraba su familia desde lo más remoto de la memoria. Rosendo, el encargado de la tienda, había prendido las lámparas de petróleo que colgaban por encima del mostrador; fue así cómo pudo notar el rostro seco de todos, algo malo estaba por ocurrir. Juanita será tu mujer Lucio, dijo Pedro, después de varios tragos que lo hicieron reflexionar. El reflejo de una navaja alertó a todos, era Genaro que, sacando su cuchillo, se dirigió hacia Lucio, pero don Ramiro le hizo soltar el arma con un tiro de su revólver al aire. Lárgate a tu pinche jacal, Genaro, Lucio ahora es mi peón en La Calera, si algo le llega a pasar tú me pagarás el trabajo, yo no perderé mi dinero por un capricho de indios pendejos como tú. Genaro salió de la tienda sin decir nada; Lucio, junto con Pedro y los demás, también volvieron a sus jacales, nunca se tomaron las dos botellas de alcohol; pero Lucio se ofreció trabajar en los hornos por dos años todos los días cuando no le requiriera el trabajo de la milpa; don Ramiro estuvo de acuerdo, pues había enganchado a un peón sin gastar un sólo quinto.
Lucio y Pedro caminaron juntos hasta el jacal, ninguno de los dos soltó una sola palabra; lo que se debía decir, se había dicho ya. En sus mentes crecía una preocupación aún mayor. Al conceder su hija a Lucio, Pedro había desafiado al hijo del capataz, ofensa que aquél no iba a olvidar. Lucio, por su parte, estaba protegido mientras trabajara para don Ramiro; pero se había vendido con él y La Calera era el último lugar donde un hombre quería ir a trabajar. El peso de esa idea ya comenzaba a flaquear su espalda. Al llegar a su jacal Pedro dijo: Juanita, vas a ser la mujer de Lucio, agarra tus cosas y vete con él. Además de Juanita, había dos mujeres más ahí, pero ninguna contrarió la orden. Hacía tiempo que ella había dejado de ser una niña. Sin decir nada, tomó todo lo que tenía, que era tan poco que ni siquiera llenaba su ayate, y se fue con Lucio. A su lado, en adelante, se sentiría la mujer más alegre de todas, pues ella también lo quería.
Lucio no mencionó palabra alguna, caminó delante de ella hasta llegar al jacal que compartía con su madre; al entrar sólo dijo: ya llegamos. La anciana estaba acostada en su petate, sólo asintió con flojera y calló, pero en la oscuridad torció una sonrisa al darse cuenta de que su hijo había llegado con una mujer. Juanita dejó su ayate en la primera esquina que encontró y se quedó ahí parada. Lucio acomodó las viejas cobijas en su petate y se acostó, fueron instantes eternos en los que sólo gobernó el silencio; luego de un rato él se levantó, la tomó de la mano jalándola hacia el petate, la acostó y la cobijó.
Pocos días después, alguien mató a Pedro con un cuchillo cuando volvía de trabajar en El Riego, una sola hoja le perforó el riñón, él apenas dio unos cuantos pasos y murió desangrado. Por esos mismos días también mataron a Genaro, lo descuartizaron a machetazos cuando borracho intentaba burlarse de una muchacha allá por el monte. Desde entonces, ya ha pasado casi un año.
Na jiú’ú nu pjeñe
Lucio o so’o k’ú nu jomú ro nugú a xese ma nu nrojo mi xinchi a manu nuja angeze mi b’úb’ú na, nu pansibi dya o xukjú, dya so’o ro ma’a a nanguarú, o kueñe kja na tore k’ú o jiezi naño nrojo, mbe nudya nu tr’anrojo o ndijm’inu. Texeji nu pjeñe o sájá kja in jmi’i kja na ts’ike nrajme, ñe kja na kjús’ú jmeya o jiezi ro ma’a texe nu zakjú, nge nu naja pjeñe ñeje nu nrajme ma o ngichi a manu.
Texe nu pa’a o xukjú yo nrojo k’o nu pansibi kja nu jmurú nrojo k’ú mi b’úb’ú a xeze kja Nu Mexa, a kjobú pa’a nuja dya mi pepji na jo’o ma nu jmunrojo o kjobúji yo ñiji nu ñonrojo, nu tore nuja mi b’úb’ú o tsja’a ma o xukjú naño nrojo kja jmunrojo. Yo nrojo mi na nra’a, mbe nu pansibi k’ú útrjúji ngeje nu k’o mi ne’e mba ra xukjúji, ya punkjú zana k’ú angeze mi ngeje nu te’e k’o orú nu pansibi k’ú xukjú yo nrojo, gakjanu, mi tsj’a’a na jo’o nu pepji, mbe nu nrojo mi zezhi ñe ngextjo o xinchi. O ngeje nu Lucio k’ú orú nu pansibi ñe o pjeñe k’ú nu pansa ro pana yo ts’inrojo a naño nanguarú.
O mbeñe in nrixu, in nana k’ú mi male, in tata k’ú ya nrü’ü, in ts’ingumú, in juajma ñeje in dioxi. Nu m’ub’ú o ú’ú ma o mbeñe k’ú dya ra mezhe ma o musú in tr’i’i. Gakjanu, nu sü’ü k’o mi pesi o penchi in jñi’i ñe o mimi mba ra ndijm’inu.
¡Lucio! ¡Lucio! ¡Lucio nu tr’i’i ya musú nu! Mi mapjú nu María ma mi ñese nu tr’eje ñe o dyúnú nu mbayo. ¡Nu ts’itr’i’i a musú nu! ¡Nu ts’itr’i’i a musú nu! k’o na dakú nu Lucio o pedye kja tore, o kueñe nu ñonjomú ñe o b’úgú kja Maria ma orú: ¿In ts’itr’igo a musú nu? ¿In ts’itr’igo a musú nu? Jä’ä kumba, mi mapjú angeze ñe mi nzhodú kja tsañebe Nu Mexa.
Ngeje na ts’itr’i gakjanu nutsk’e; mi mama ñe dya mi kúsú na jo’o. Ne Lucio mi májá na púnkjú k’ú dya o pärú jango ngeje k’ú o sájá nuja mi b’úb’ú ne Maria, ma nzhodú kja yo nrojo k’ú b’úb’ú nu. ¿Jango ri mimi ne Juanita? Angeze b’úb’ú na jo’o. pa’a kumba, pa’a ri janra in chi’i.
Nu Lucio o ne’e o b’úgú kja ts’ingumú, mbe mi pärä k’ú ma o jiezi nu pepji kja nu ñiji o zúrú nu ngapta, ñe ma ra nguarú é’é, o chjunú kja Nu Calera k’o in pjadú. O janra texe nu nanguarú Nu Mexa mba o jiodú jango gi b’úb’ú nu ngapta, angeze mi b’úb’ú a nanguarú yo ngosibi. Mi ngeje na b’ezo k’ú dya inji, o yárá k’ú na te’e bextrjo mi nzhodú ñe ngejextrjo ro dyúnú in chjunsú mba o janra k’ok’o ngeje. A ra pago Martín o mama Lucio; in chigo a músú. Angeze, otrjo dya o mamú ngejextrjo o trjeñe ma mi ts’ik’e mi mamú jä’ä k’o in sibi, ro jiusú na jo’o in chjunsú ñe o inji naño. Lucio mi ngeje gakja dya mi mbonkue nu pa’a nu, o so’o k’o ne xoñijomú naño ro mbotrú, mbe nudya mi ngeje ne májá, ñe nu ne’e k’ú mi pesi mba ra sájá kja in ngumú otrjo dya mi o so’o.
¡Ngeje na tr’i’i, ngeje na tr’i’i! Mi mamú ne Juanita ma o janra k’ú o ngichi nu. Lucio o ñ’ese nu tr’i’i mba ro jñanra na jo’o. ¿O músú na jo’o? ¿Ri pesi textjo? ¿Otrjo dya bextjo? Mi onú ma mi jñanra gakja ngeje na dioxú k’o o chomú. Jä’ä Lucio na jotrjo, o músú na jo’o, dya janra naño. Mi mamú angeze. Mi májá ma mi o jñanra nu, mi musú in tr’i’i, mi pärú k’ú otrjo dya ra jiezi nu, ra kja’a textjo mba ra angeze, o jñanra mbe dya ngeje gakja otrjo dya ne’e, o tsjanu, gakja dya ne’e o pesi na sodye texe ne zakjú. Na jo’o Lucio, dya janra naño, nu ts’itr’i b’úb’ú na jo’o. angeze, ro penchi na zezhi k’o in dye’e, o janranu a manu, o yobú kja nu pjinkua me májá gakjanu angeze, mi mbonkue, mi kjaxtju ñe yo nixti na s’oo. Nu múb’ú ne Lucio mi májá na punkjú, dya mi chjébi kja nzero, mi so’o na punkjú k’ú otrjo dya mi pärä jek’o o xipji. Ngextrjo ma mi yob’úbi angeze otrjo dya mi chabú, otrjo dya mi xipji k’ú mi s’iya, ngeje gakjanu, na ts’ike pa’a mi janra kja in cho’o; o ñukú mba o penchi in ñixti, o so’o in jmi’i ñe mi májá o ’ueji.
Mi ngeje na jo’o ñe na ts’ints’i ne’e k’ú so’o ro chjotr’ú. Dya o xipji k’ú mi s’iya, mbe dya mi pärú k’ú nu kú mi so’o, ñaño te’e o mamú ngeje s’iya, otrjo dya o árá nu jña’a, ñeje, gakjanu texe nu kó ngeje nzakja angeze, dya mi ne’e na jña’a gakjanu. Nu s’iya ngeje na jña’a k’ú, ri mamúji ñe ri xipjiji yo te’e k’ú, mi ts’ike ri s’iyaji, gakja ngeje mi ts’ike in múb’ú k’ú, dya so’o ra pesi s’iya, ñeje, ra pjongúnu ma ri mamúji: ri s’iya, a texe nu k’o b’úb’ú, mba dya o ngejme a mbo’o in nzero ñe nu texeji ri päräji k’ú ri s’iyaji, so ri ngeje kja ts’ike nrajme.
¿Jango ra xipji? O orú angeze. Pedro gakjanu in tatage, o nrurú. Mi ne’e ma mi ngeje ts’ixutr’i, nreze k’ú mi janra mi jmúrú nrájná k’ú mi xinchi kja in po’o ñixti, nreze k’ú mi b’úgú ma dya pes’i dyats’i gakjanu texe yo naño ts’ixutr’i, nreze mi b’úgú ma mi ne’e o penchi yo xepje, nreze k’ú mi tr’eñe ma mi eñe ts’inrojo maxi ma mi potrj’u yo xänkja k’ú mi ñ’ese kja in kezhe. Ñe nu ts’ixutr’i k’ú mi jyút’ú in ñixti ñe k’ú mi juejme in bit’ú, mi ngeje nu májá, so ñeje ma angeze me mi ts’ike. Mi mbeñe nu texetjo yo pa’a, ma mi pepji kja juajma, ma mi potrjú yo sú’ú k’ó in tenzho ñe ma mi yobú kja pjinkua k’o in tata. Ma otrjo dya tsjanu, mi jiodú nu, texetrjo yo pa’a mi janra k’ú otrjo dya ra ñabi, ñeje angeze dya mi pärä gakjanu mi tsja’a akjanu. Nudya ngeje in su’u, gakjanu mi ne’e texe yo pa’a, ñeje dya bextjonu, so o dakúnu na tr’i’i, a so’o o mamú k’ú ngejeji na bedyi.
Mi mimiji kja nuja na s’oo nu tr’eje, kja yo kot’ú ñe yo nrojo, a manu ngeje nu jomú k’ú dya o ne’e yo tr’angumú maxi yo ngicha. Nu ts’ijñiñi mi b’úb’ú a nre’e nu Tr’angumú e San Miguel ñeje nu Tr’amgumú e San Juan. Nu ts’ijñiñi mi chjü’ü Xiza, mi ngeje dyote b’edyiji k’ú mi pesiji yo kuchi, yo ájná, ñeje mi tsjaji chjejme k’ú mi poji a nu ngicha maxi mi pot’úji k’o yo trjö’ö, gakja ngeje yo juajma k’ú mi pesiji mi ngeje ts’ike k’ú, yo trjö’ö k’ú dakjúji dya so’o o wiñiji a texeji texetrjo nu kje’e. Ngeje gakjanu k’ú texeji yo te’e k’ú b’úb’úji kja Xiza, ñeje yo tr’i’i o ma’a pepjiji kja yo yeje tr’angumú, so’o mi ngeje gakjanu yo mbepjiji nu, maxi na s’oo nu pepji, mi ngeje akjanu, mbe yo tr’angumú mi ne’e na punkjú in mbepjiji, mbe mi ne’e na ts’ike a yo te’e k’ú dya ngeje in mbepji; ñeje akjanu yo te’e k´ú dya ngeje mbepjiji kja yo tr’angumú mi juejme o pepji ñe b’úb’ú pa’a nuja otrjo dya ngotr’uji maxi dya mburú in zakjú.
Ngeje nu zanto ne kje’e k’ú o kjobú k’ú, nu Lucio ñeje nu Juanita o jmurúbe. Angeze ñe naño b’ezo o mbosú mba o tu’ú yo juajma nu Pedro, angeze mi ngeje nu tata e Juanita, o pepjiji jñi’i ts’ijuajma mbe gakjanu na s’oo nu jomú o mezheji texe nu pa’a, ma o nzhá’á, ma nguarú nu jñonú, e Pedro o chunúji a yo mbepji mba o si’i tr’apjú kja nu nrenra e San Miguel k’ú mi b’úb’ú kja tr’angumú nu. Nu nzhá’á mi b’úb’ú nu e Genaro, k’ú mi ngeje nu tr’atr’i ne ngapta e tr’angumú, angeze o sájá mba o si’i tr’apjú k’ó angezeji. Kja ma mi nzhá’á o sájá nu pale Ramiro Idelfonso, k’ú mi ngeje nu lamú kja tr’angumú e San Juan, k’ú mi jiodú a mane a ne pale Braulio Mares k’ú ngeje nu lamú kja tr’angumú e San Miguel mba o tsja’a yo pepji, mbe, otrjo dya o chotr’ú nu, gakjanu e pale Ramiro o sájá kja nrenra mba o si’i pareje.
¿Jango b’úb’ú yo juajma Pedro? O dionú ne pale Ramiro ma mi kjobú na nrajme k’ú mi natrjo mi si’i ñe a mi údú k’ú, yo jñatrjo mi tr’eñe, ñeje angeze otrjo dya pesi na diojui mba o zonú. Nudya o tügoji pale, nuzgo ri kjiñigo k’ú nu kjenu yo trjö’ö ra jokú na punkjú, a sájá nu dyeb’e ñe ma dya sájá nu së’ë, nu trjö’ö ra te’e na jo’o. Me na jotrjo, akjanu ra ngot’úji in tr’opjúgo k’ú ya mezheji; o mamú nu jñangicha ma mi tr’eñe. Texetrjo a manu mi pärú k’ú otrjo dya o pexpe tr’opjú a nu lamú, mbe otrjo dya o mamú, a nu lamú otro dya so’o o xipji iyo ma mi tï’ï. Ri ne’e k’ú dya mezhe ra kuarúbi mba o ma’a ra mbepjiji k’o nuzgo, ri pesi ts’ike mbepji k’ú pepji kja Nu Riego ñe nu jomú dya ra mezhi. Jä’ä lamú kja ñaño ngo’o ra pagoji ngextrjo ra nguarúgobi nu tü’ü, o nrurú nu Marcial k’ú ngeje naño b’ezo k’ú mi b’úb’únu. ¿Jeko ri xitsk’e Pedro, ra pepjige? Jä’ä lamú, o nurú angeze, gakjanu o xitsi nu Marcial, ngejextjo ra nguarú in pepji ñe ra magobi. Nu pale Ramiro Idelfonso o so’o k’ú in pjeme o xukjú, nu nee o kö’ö k’ú nu údú k’ú o tsja’a. Angezeji mi ngeje yo jñatrjo ñe mi xipji a angeze, na lamú, kú o t’ebe, k’ú o pepji kja in juajmaji, mi ngeje na sadú k’ú dya ne’e no árá, mbe ¿jek’ó so’o o tsja’a? Angezeji dya ngeje mbepjiji, kja ñaño kje’e o pot’ú a naja maxi yeje mba yo naño mbepji mi b’úgúji o pa’a pepjiji, mbe yo te’e mi jña’a k’ú b’úb’ú na chu’ú kja na jë’ë, ñe dya ngeje angeze k’ú ra tsja’a k’ú yo jñatrjo ri chubi k’ó yo jñangicha kja tr’eje.
¿A tee in xutr’iji, jä’ä gakjanu Pedro? O dionú nu pale Ramiro, k’ú dya mi ne’e o janraji k’ú mi údú. Jä’ä lamú, a teji, o nrurú nu Pedro k’ú mi pärä k’ú nu dionú ngeje mba o chübi. Ma ra ne’e ra pepji, ri xipjiji k’ú ri chebe kja tr’angumú, a ri päräge k’ú nuzgo ri neji na punkjú. Jä’ä lamú ra kjiñigo, o mamú nu jñatrjo k’ú mi diotr’ú in nee ñe dya mi ne’e údú nu; mbe nu lamú dya ngextrjo mi tsja’a o údú a ne Pedro, so o tsja’a údú a in tr’i’i ñe a yo naño b’ezo k’ú mi b’úb’ú nu. Texetrjo ro jokú ma o jña’a nu Genaro k’ú a mi tï’ï ñe o mamú: nuts’ko ri ne’e a ni xutr’iji Pedro ñeje, ri ne’e ra chuntrúgo. Nujnu so ri dakú mbekjua a nu Pedro ñe in tr’i’i, o ngeje akjanu ma texeji mi pärä k’ú nu Genaro ngeje na b’ezo k’ú na s’oo, mbe ngeje na jo’o o chjubi k’o angeze mbe dya na jo’o o chjubi k’o nu lamú. Akjanu Genaro o mamú: Pedro ra dakú na xitjo pare mba nu Juanita. Otrjo dya o nrurú na ts’inrajme k’o mi so’o dya nguarú, Lucio k’ú otrjo dya mi mama, o so’o k’ú o bezhi na. Mi ngeje yo pa’a nuja na nrixú ri mizhi gakja na ts’ike pare ñe dya árá jeko mi mama angeze maxi kok’o ngeje k’ú mi s’iya na punkjú. Nu Genaro mi ngeje in tr’i’i nu ngapta, so mi ngeje na mbepji, angeze ngeje na b’ezo k’ú so’o ri dakjú nu k’o na jo’o a nu Juanita, mbe mi pesi nu tr’opjú mba o dakjú na xitjo pare a nu tata.
Nutsk’o ra dakú na xitjo tr’apjú mba nu Juanita, Pedro; o mamú Lucio. Texetrjoji o tr’eñe ñe o pjeñeji k’ú ngextrjo mi mbechjine nu k’o o mamú, Pedro dya árá na jo’o nu. E pale Ramiro o chjamsá kja nu Lucio ñeje o xipji k’ú angeze o ngotrjú yo xito pare k’o o ne’e mba o ngejme k’ó nu Juanita, mbe nu Lucio o pepji kja nu Ngusibi naño kje’e, ñe, angeze o mamú k’ú na jo’o. Nu pale Ramiro dya mi ne’e o mbosú a nu Lucio, angeze ngextrjo mi ne’e o eñe k’o nu chjubi yo jñatrjoji, dya mi jiombeñe k’u mi údú, gakjanu, nujnu na jo’o mba o jichiji kok’o ngeje nu.
Mi kjobú nu nrajme ma o ngichi nu jiarú, kja yo ts’ike bendana otrjo dya mi ngichi na ts’ike sibi, nu nrenra ngextrjo mi juensi k’o na yo’o kja mexa, a manu texe yo jmicha mi pot’ú, ngextjo o pärä kok’o ngejeji ma o jñabi ñe texetrjo o päräji na jo’o k’ú dya mi jiopjú. Ra dakú yeje xitjo pare mba nu Juanita, o mamú naño ne Lucio, kú mi mbosú nu pale Ramiro, mbe nu Genaro o mamú k’ú so o dakú nujio. Angeze mi b’úb’ú kja naño nanguarú ñe otro dya janra k’ú, nu lamú o mbosú a nu naño, ma o pärú otrjo dya o mama, mbe a o jña’a, gakjanu, jango o ngeje k’ú ra nguarú; angeze o ne’e na chju’u. A ro árá Pedro, yeje xitjo pare mba nu Juanita, o sadú nu Genaro ma o é’é kja mexa. Nuzgo xi ri dakú yeje xitjo Pedro; o mamú Lucio, mbe, yo yeje mi ts’ike jña’a. Angezeji otrjo dya o ne’e dakú naño, Lucio mi pärä k’ú jñi’i xitjo mi ngeje na punkjú, ñe nu Genaro otrjo dya mi pesi na punkjú tr’opjú, so in tata o é’é ma o t’omú na punkjú akjanu, Pedro dya mi pärä jeko xipji, o mbibi kja jomú ñe o sadú nu xörú ma o nanga, dya na pa’a k’ú na jo’o, mi pjeñe kja in jñi’i. Dya mi ne’e na chju’u, Lucio mi ngeje in te’e, mbe nu tr’i’i e ngapta, mi ngeje na b’ezo k’ú mi na s’oo.
Ma ra músú in ch’igo, ma ra ngeje tr’i’i, ra jiunsúgo Pedro gakjanu ngetsk’e, o mamú Lucio, k’o jña’a k’ú mi zezhi. Nu Genaro otrjo dya mama, angeze dya so’o ra dakju nujnu: nu tata, nu tita, ñe nu tata in tita mi ngeje ni chjü’ü Genaro gakjanu angeze ngeje na chjü’ü k’ú mi pesi in b’edye a na punkjú kje’e, angeze otrjo dya mi so’o o potú. Nu Rosendo, k’ú mi po’o kja nrenra, o örú yo juensibi k’ú mi b’úb’ú a xese nu mexa, ngeje gakjanu, o janra k’ú nu jmicha texeji mi diotr’ú, mi pärä k’ú na s’oo ra kjobú. Nu Juanita ra ngeje in nrixu Lucio; o mamú ne Pedro, ma o si’i na punkjú tr’apjú k’o nuk’o o pjeñe na jo’o. Nu juensi na tredyi o pichi texeji, mi ngeje nu Genaro k’ú o penchi in tredyi ñe o ma’a kja Lucio, mbe nu pale Ramiro o tsja’a k’ú o jiezi ma o pana na zapjú kja nrajma. Ma’a kja in ngumú Genaro, nu Lucio ngeje in mbepji kja Ngunsibi, ma k’ok’o ri tsja’a nutsk’e ra ngotrjú nu pepji, nutsk’o dya ra bezhi in tropjú kja na chu’u e mbante jñatrjo gakjatsk’e. Nu Genaro, o pedye kja nrenra ñe otro o mamú, Lucio, Pedro ñe naño te’e, so o ma’a kja in ts’ingumúji, otro dya o si’i yo yeje xitjo pare, mbe nu Lucio o mamú o pepji kja Ngosibi yeje kje’e, ma otrjo dya o pepji kja juajma, nu pale Ramiro o ne’e akjanu; o penchi na mbepji k’ú otrjo dya o ngot’ú.
Lucio ñe Pedro o nzhodúbi kja nu ts’ingumú, otrjo dya mi ñabi, texe nuk’o neji o mamaji a mi mamúbi. Kja in jñi’iji mi tee na pjeñe k’ú na s’oo. Ma o dakú in xutr’i a Lucio, Pedro o mburú na chubi k’ó in tr’i’i nu ngapta, mi pärú k’u angeze dya o jiombeñe. Lucio mi pjeñe k’ú otrjo dya o tsja’a ma ra pepji k’ó nu pale Ramiro, mbe o po’o in zakjú a angeze, ñe nu Ngunsibi ngeje nu pepji k’o otrjo dya mi ne’e, ma mi pjeñenu mi ú’ú in ze’e. Ma o sájá kja nu ts’ingumú, Pedro o mamú: Juanita, ra chuntr’u k’ó nu Lucio ri penchi texe k’ú pesige ñe ri ma’a k’o angeze. Mi b’úb’ú naño nrixu a manu, mbe otrjo dya o xits’i, a punkjú pa’a k’ú angeze dya mi ngeje na ts’ixutr’i, otrjo dya o mama o penchi texe nuk’o mi pesi, k’o ngextrjo mi ts’ike k’ú dya nichi in xika ñe, o ma’a k’o e Lucio, a nanguarú, kja naño pa’a mi so’o nu nrixu k’ú me mi májá, angeze xi mi ne’e nu.
Lucio otrjo dya o mamú, o nzhodú a jmi’i angeze na, xi mi o sájá kja ts’ingumú nuja mi b’úb’úbi k’o in nana, ma o ngichi ngextrjo o mamú: a ro sájábi. Nu male mi yobú kja in pjingua o nrurú, jä’ä ñe dya o mama, mbe kja nu xomú o tsja’a na ts’itr’eñe ma o pjeñe k’ú, in tr’i’i o sájá k’o na nrixu. Juanita o jiezi in xika kja nanguarú ñe o b’obúnu. Lucio o jokú yo nraxiyo kja in pjinkua ñe o yobú, ngeje na nrajme nuja otrjo dya o árá ñeje o nanga o penchi in dye’e na, o chjunú kja pjinkua, o yobúbi ñe o tsjobúna.
Naño pa’a o mbotr’ú a ne Pedro k’o na tr’edyi ma mi nzhogú kja pepji kja nu Riego, ngextrjo naja é’é o ngichi kja nu pjeme, angeze o nzhodú na ts’ike ñe o nru’u ma o pedye na punkjú kji’i. Yo pa’a nu, xi o mbotr’úji nu Genaro, o diokú k’o na tr’atr’edyi ma mi tï’ï ñe mi ne’e ra tsjapjú bejña nu naja nrixu kja tr’eje, nreze k’ú a mi kjobú nu naja kje’e.
O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O
CÓMO CITAR: Francisco Antonio (2019). El peso de la memoria / Na jiú’ú nu pjeñe. En Antología Jóvenes creadores 2018-2019 Primer período. México: Secretaría de Cultura-FONCA. Págs. 243-262. Recuperado de: https://fonca.cultura.gob.mx/jovenes-creadores/wp-content/uploads/2019/11/antologia_sp_2019.pdf
Comentarios
Publicar un comentario