"Susurros del mezcal - Xki’s nit nalâ" | Ángel Aristarco Alonso | México en sus Letras | FONCA, JC 2020-2021
Semblanza
Ángel Aristarco Alonso nació en Santo Domingo de Morelos, Oaxaca, en 1992.
Es hablante del zapoteco de la Sierra Sur (Di’stè). Es narrador, poeta y traductor del castellano al zapoteco y viceversa. Egresó de la Escuela Normal Bilingüe Intercultural de Oaxaca (ENBIO.
Es autor del libro de cuentos en edición bilingüe Mientras agoniza la luz (Editorial Avispero, 2020), así como del poemario bilingüe Vuelo de ensueños, (editorial Pez en el árbol, 2022). Fue parte de la antología Verbo Raíz. Poesía Originaria de Oaxaca (Colectivo Editorial Pez en el Árbol, Servicios Universitarios y Redes de Conocimientos -SURCO AC- y Centro Universitario Xhidza -CEUXHIDZA-, 2021).
En el año 2014 ganó el Premio Centro de las Artes de San Agustín (CaSA) en la categoría de Creación literaria, y en 2020 fue becario del FONCA en la categoría lenguas indígenas.
Puedes encontrarlo en Facebook en el siguiente enlace: https://www.facebook.com/angelastarco.pedroa
El cuento "Susurros del mezcal" se incluyó en la antología de becarios del SACPC de la generación 2020-2021.
Susurros del mezcal
"¿A poco le tienes miedo al mezcal?", me dijeron al pasarme la botella. Y yo negué con la cabeza. "No es que le tenga miedo. Sólo trato de no emborracharme", respondí. Me insistieron una y otra vez. Al final acepté. Unos minutos después sentí que todas las células de mi cuerpo se convirtieron en hormigas; el mezcal viajó hasta los confines de mi interior. Fueron esos tragos los que me recordaron el día en que conocí al abuelo.
Miré el cielo, ya era mediodía. No supe cómo avanzó el sol. Y es que ante la tristeza las horas no pasan lento ni rápido, simplemente uno ya no sabe cómo pasa el tiempo. Unos ladridos se oyeron; varios perros llegaron hacia nosotros. Mostraban sus colmillos, por momentos se acercaban y por momentos se alejaban. Tal vez no nos ladraban a nosotros, sino al aire de los finados que traíamos impregnados desde que salimos del camposanto. "Cuando uno está en juicio todavía les teme a los perros, pero, así como venimos, uno ni siquiera siente cómo late su mismo corazón", comentó uno de los señores con voz cascada. Los otros rieron al escuchar el comentario y con las manos espantaban a los perros que, minuto tras minuto, se inquietaban más al vernos. El mezcal nos debilitó; ninguno tenía fuerza como para hincarse al suelo y coger una piedra. Los que iban a mi izquierda decían algo que yo no alcanzaba a comprender. "Tes che'ga naxte guyna', le' yati wen ploja nda lazo' yeti", escuché que decían. Al más viejo que estaba a mi lado le pregunté de qué hablaban. "Dicen que, si seguimos así de borrachos, la desgracia puede arrastrarnos a su antojo", explicó.
Acepté el primer trago a la hora en que bajaron el ataúd a la fosa. En el momento en que vieron que empecé a beber, se me acercaron unos conocidos a ofrecerme más mezcal. Y aunque los consejos del abuelo resonaban en mi cabeza, no les hice caso; el dolor era tremendo, sin embargo, hubo algo más fuerte con qué calmar al cuerpo. "No dejes que la tristeza te arrastre hacia la borrachera", susurró una voz cerca de mí justo en el momento en que había dado el segundo trago. Aproximadamente una hora después volví a escuchar lo mismo, pero la voz se escuchaba más distante. De inmediato pensé en el abuelo; los efectos del mezcal ahogaron sus consejos.
Saqué de mi cartera la foto que me tomé con el abuelo unos años atrás y se la mostré a los señores. Le dieron una ojeada. "Se ve que se llevaron bien", confirmó el más viejo de ellos. Y el otro que estaba a su lado intervino: "¿Qué no te acuerdas?, este es el muchacho que nos atendía en la casa del finado. Seguro que don José fue un excelente maestro, ¿verdad?". Asentí con la cabeza. Quise olvidar mi dolor, pero los señores mencionaban al abuelo sin parar. Pronuncié su nombre, pero ya no había quien respondiera con un "¡qué pasa, hombre!" o "¡qué chingados quieres!" como él acostumbraba hablar.
Salimos en la madrugada. Eran casi las cinco cuando lo despidieron de su casa que lo abrazó por sesenta años completos, sí, completitos, porque cuando su corazón se apagó, fue el día de su cumpleaños. "Siento que la desgracia me va a alcanzar" fue lo último que escuché de él. Lo dijo antes de irse a descansar en la hamaca, no quiso quedarse en la cama. Fui a verlo afuera y puse mi mano entre la suya, me la apretó con las fuerzas que le quedaban. "No confíes en nadie", me dijo y cerró sus ojos para dormir, pero los cerró para siempre porque al amanecer ya no estaba en la hamaca, allí sólo quedó su cuerpo, tieso y frío. Luego traté de recordar y concluí que no era él quien me dijo eso. ¿Cómo lo sabía? Quizás era la voz de algún ángel que llegó a acompañarlo en sus últimos momentos.
El muerto no pesaba. Sólo una vez cambiamos de mano. Al tiempo que caminamos hacia el panteón los señores iban platicando. Por ratos hablaban bien, y por ratos decían cosas imperceptibles como si el mezcal les entumeciera la lengua. "¿Qué tanto dicen?", le pregunté al que iba a mi derecha. Me miró fijo y me respondió: "Que el muerto no pesa porque no dejó ningún pendiente..., se fue contento". Ya no tenía nada por qué preocuparse. A lo mejor sólo esperaba a la muerte, pero jamás pensó que iba a llegar de esa forma tan repentina.
Cuando llegamos al panteón. La mayoría de la gente estaba ebria. Al poco rato el rezandero sacó de su bolsa el pequeño libro de rezos y, mientras esparcía agua bendita sobre la caja de madera, leyó el pasaje que decía que al morir nos volvemos pájaros de Dios, y que en los primeros días de nuestro regreso al origen se nos enseña a trinar melodías que no tienen principio ni fin.
"Bàga nak nêd", dijo uno de los que iban con nosotros, y los demás sólo asintieron con la cabeza. Lo mismo escuché varias veces en el momento que terminaron de sepultar al abuelo. "¿Qué tratan de decir con bàga nak nêd' rò?". pregunté al señor que iba a mi lado. "El camino hacia las estrellas es muy amplio", me contestó sin titubeos, suspiró y luego añadió: "Seguro don José ya va para allá; el dueño de todas las almas lo espera". Pensé en lo que dijeron los señores, y hasta creí que era verdad, quizás allá se miran mejor las estrellas. Me lloraba el alma, me pesaba el corazón de tanta tristeza.
Agradecí al abuelo por sus enseñanzas, por su compañía en siete años, por aceptarme como el hijo que jamás tuvo en la vida. "Algún día también voy a emigrar hacia allá..., espérame", expresé entre lágrimas. Los demás se retiraron y yo me quedé otro poco con los que me acompañaron hasta el final. Con nosotros también iba un muchacho, traía una camisa a cuadros; estaba silencioso y miraba atento qué hacíamos y qué decíamos.
"Pero me dices que no hubo ningún aviso por parte de los pájaros que anuncian lamentos, o algún sueño que te hablara sobre su muerte. ¿Ves? Por eso te digo que ya estaba en Dios que así pasara", me dijo el viejo que estaba a mi lado, y luego me palmeó la espalda. En ese momento, me pregunté si habría alguien quien pudiera sacudirme para despertarme de ese mal sueño.
Con cada trago recordaba los momentos que viví al lado del abuelo. Fue él el padre que mandó Dios para enseñarme cómo se remienda la vida. Años atrás lo había conocido. Era un día soleado llegamos mi amigo y yo a su casa, y lo vimos decaído. "Anímese con un poco de mezcal, señor", le dijimos al saber que así estaba. "Pues no tengo ni para espantar a mi tristeza", respondió cansado desde la hamaca. Se levantó. Se acercó a nosotros. Nos miró fijamente a los ojos como si nos examinara, bien dicen que a través de los ojos el corazón observa. Algo se le reveló tras leer nuestras miradas. "Ya no me queda nada de mezcal, pero tengo muchos magueyes y quiero trabajar en ello. A ver si ustedes pueden ayudarme", dijo después de un largo silencio. Pidió que lo acompañáramos. Se encaminó hacia el campo, tras él íbamos. A los quince minutos llegamos a donde estaban varias hileras de magueyes. "Mis magueyes están listos para ser arrancados, mas no tengo quien me ayude; mis fuerzas ya no dan para hacer este trabajo", dijo con tristeza. Miraba detenidamente a los magueyes. Suspiraba fuerte. "¿Qué se necesita, señor, para esta tarea?", preguntó mi amigo. Y el abuelo, quien no le gustaba malgastar sus palabras, dijo: "Ganas de tratar con los magueyes".
Los dos lo ayudamos esa mañana. Mi amigo, silencioso, no paraba de reírse. Se burlaba de don José, el mezcalero. El abuelo nos decía qué debíamos hacer, paso a paso, sin darnos explicaciones. Al atardecer, después de que comimos lo que mandó a preparar, nos pidió que regresáramos unos días después calculando cuándo el mezcal estuviera listo. Casi al despedirnos, el abuelo me llamó. "Vuelve mañana. Por favor, vuelve solo", me dijo a escondidas sin que mi amigo lo supiera.
Llegué temprano a su casa como me lo había pedido. Almorzamos frijol molido. Tras terminar habló serio: "Un hombre que va al trabajo con hambre es un idiota. Si no comes, tu estómago te va a molestar, el flujo de tu sangre perderá su ritmo, y si esto ocurre, tu hígado sentirá unos golpecillos que terminarán por desconcentrarte. Y si lo de adentro se desconcentra, tu espíritu empezará a desvanecerse". Se puso su sombrero y se dirigió al campo, yo lo seguí.
Hablaba poco, era alto y delgado, con barbas largas y mirada dura. "El tiempo que no hablo me la paso imaginando..., imagino que llega mucha gente a mi casa a comprar mezcal", me decía. Casi nunca dejaba su sombrero de lana, lo llevaba puesto a donde quiera que iba. Hombre humilde que jamás le negaba una copa de mezcal a nadie.
Llegamos al mismo lugar del día anterior, se quitó el sombrero. Nos arrodillamos frente a un maguey. El abuelo susurró unas palabras. Antes de reincorporamos, besó la tierra. Me dio vergüenza hacerlo también. Me miró, y con señas me pidió hacer lo mismo. Puso su mano sobre mi hombro. "Deja que tu corazón trate con los magueyes y verás que no sentirás cansancio", me pidió. "A la tierra se le habla con di's nagu's nagal", tras terminar su comentario dio la vuelta y empezamos a trabajar. Tuve ganas de preguntarle qué quería decir con esa frase que no logré entender, pero no le interrumpí.
El sol estaba en el corazón del cielo cuando nos fuimos a casa. Después de comer conversamos un rato. De postre llevamos unas charamuscas. "¿Le molesta si le interrogo sobre lo que hicimos en la mañana?", pregunté al encontrar en sus ojos la confianza que nos unía. "Puedes preguntar lo que quieras", contestó abiertamente. "¿Qué significa di's nagu's nagal?", añadí. "Palabras dulces que llenan el corazón y alimentan el espíritu. Está en zapoteco", explicó. "¿Acaso el maguey escucha?", inquirí sin dejar de mirarlo. "Lo que tiene movimiento posee un espíritu. Le hablé al maguey para que entendiera por qué iba ser arrancado de la tierra", me explicó. "Si los zapotecas de antes lo hicieron, los de ahora también debemos hacerlo por el mezcal que seguimos produciendo en la misma tierra", me contestó cuando le pregunté la razón por la que nos arrodillábamos. "Se vio raro que usted haya besado la tierra, ¿por qué lo hizo?", inquirí. "Es un agradecimiento, muchacho. Debes entender que nosotros venimos de la tierra al igual que los otros seres vivos con los que compartimos la naturaleza", afirmó. "Oye, ¿fuiste a la escuela?", cambió repentinamente de tema. "La primaria nada más. Aprendí a leer y hacer cuentas. ¿Y usted?", respondí con un poco de pena. "Yo leo la naturaleza. Mis padres me lo enseñaron", dijo sin mostrar algún gesto de pena. "¿Siempre ha vivido solo?", pregunté al instante. Sentí otro poco de pena al querer saber otra cosa. "Desde el fallecimiento de mi esposa me quedé solo", dijo. Y luego añadió tras cambiar el tono de su mirada: "Quiero decirte algo". "¿Qué es?", inquirí de inmediato. "Los magueyes te escogieron, quieren ser tocados por tus manos para llegar bien al corazón de los hombres", concluyó.
Por las tardes acomodábamos la leña en el horno. Y al caer la noche cenábamos. Descansábamos en camas separadas. Me trataba como su hijo, y yo a él, como mi padre. A veces el cansancio nos vencía por completo antes de las ocho. Nuestros cuerpos descansaban a gusto, en tanto que nuestros reflejos tenían movilidad dentro del sueño.
Con el paso del tiempo, el abuelo me transmitió los secretos que el hombre debía de adquirir para lograr un buen mezcal. Aquella tarde me lo confió: "Allí te va algo delicado, tómalo en cuenta siempre: debes guardar abstinencia sexual unos días antes y también después de las destilaciones. "¿Para qué, señor?", pregunté. "¡Cómo para qué! La bebida necesita concentrar su sabor", habló con seguridad.
Un día, terminada la primera destilación serví un poco de mezcal en un vaso. Al momento que yo lo iba a probar, me gritó: "Deja caer un poco sobre la tierra, es para los ancestros. ¡Que despierten de sus sueños!".
Unos años después mi amigo llegó a comprar mezcal en la fábrica del abuelo. Me vio trabajando y se burló. "A ver cuánto le durará el gusto a ese viejo", dijo. Soltó unas carcajadas después de imitar la manera en que el abuelo le hablaba al maguey. La envidia carcomía su corazón. Me miró con unos ojos que irradiaban fuego y ya no me habló más. El abuelo le vendió unas botellas. Vi que hablaron un buen rato los dos al tiempo que degustaban mezcal. Y cuando me acerqué, mi amigo cambió la plática. Me miró fijo como si quisiera descargar toda la maldad sobre mí. En seguida bajé la mirada, comprendí que desde el día en que empecé a trabajar con el abuelo dejó de verme como amigo. Y ese día en que volvió, su mirada expresó lo que guardaba en su corazón. Desde que llegó hasta que se marchó no me miró bien, como si sus ojos fueran dos ventanas donde el demonio se asomara para escupirme pedazos de odio.
Cada vez nos acercábamos más a la casa. Algunos venían con pasos en zigzag, otros con los pies a rastras, y yo, que ni me acordaba cómo abandonamos el panteón, por ratos me detenía y por ratos avanzaba. Del total que éramos, sólo uno se quedó: el abuelo, quizá venia con nosotros también, pero en forma de viento y polvo.
Estábamos a un kilómetro de llegar a casa. Al pasar por la tienda, los señores insistieron en que compráramos mezcal. Tras pedir la botella yo metí mis manos en la bolsa del pantalón para sacar un billete. "Cuando termine el novenario vendremos a pagar", se adelantó a decir el más viejo que venía con nosotros. Uno de los señores, al pasarme la botella que recién acabábamos de comprar, me dijo: "Si ya tomaste varios tragos hace rato, ¿por qué chingados te rajas ahora?".
Llegamos a casa juntos, ebrios. Me dirigí a donde guardamos las botellas llenas. Saqué una y la abrí. Dejé caer un poco de mezcal a la tierra. Susurré al viento las palabras que me enseñó don José. "¡De la inspiración de los dioses a la mano de los zapotecas, de la savia de los magueyes a los ensueños del hombre!", exclamé.
Miraba hacia el horno, pero la sombra del abuelo ya no estaba. Hombres iban y venían, buscaban mezcal para encontrar el alivio. A algunos ya los había vencido el sueño, en sus interiores la savia del maguey seguía desplazándose, buscando hacer vibrar hasta la última célula.
Dos días antes el abuelo amaneció tieso en su hamaca. Pensé que su corazón se apagó a consecuencia de un paro cardiaco. La duda no me dejaba estar bien hasta que lo consulté con un chamán. "Alguien envenenó su bebida por envidia", me reveló. Insistí en que me dijera su nombre, mas no lo hizo. "Estará presente en el velorio. Mostrará el rostro de un doliente como si de verdad tuviera luto en el alma. Buscará un pretexto para acabar contigo. Sabrás de quien hablo", dijo y guardó silencio.
"Ya no llores, José", dijo uno de los borrachos tras palmearme el hombro. "Ése que mencionas ya no está aquí. Este es el muchacho aprendiz de don José", al instante lo corrigió otro. El llanto diluía mis expresiones. El viejo en algún lugar me veía. Él, la materia vuelta invisible.
El mezcal me envolvía como al de la camisa a cuadros que estaba sentado frente a mí. Nos miramos fijamente. Sabía muy bien que uno de los dos iba a ser ultimado esa tarde. A ambos el mezcal nos iba nublando la vista. Murmuraba y de mi boca salía un balbuceo. Mi cabeza se llenaba de voces: eran los susurros del mezcal. Seguí desterrando mi tristeza, seguí tomando la bebida que alguna vez gustaron mis ancestros.
El tipo de la camisa tal vez se acordaba de aquel día cuando bajábamos del cerro a comprar mezcal. La mirada del que mató al abuelo irradiaba fuego. "No confíes en nadie", recordé el consejo de don José. Me temblaban las manos. El miedo me llenaba el corazón. Agarré la botella que ya le quedaba poco mezcal y se la llevé a los borrachos que ya estaban en un rincón de la casa. Antes de que él me hiciera lo mismo que le hizo al abuelo, fui hacia dentro, agarré una botella nueva y envenené su contenido. Regresé a la mesa. "Tomaremos hasta donde el cuerpo aguante!", mentí. Le serví una copa. Él se lo bebió al instante. Esperó a que me sirviera también, y sin decirle nada dejé la botella en la mesa. Tomé el camino hacia el monte. El de la camisa me siguió. Al tiempo que caminaba ya no me importaba nada, total, el veneno ya estaba haciendo efecto. Entre los susurros que llenaban mi cabeza recordé el sueño de la noche anterior, donde una voz dijo "con otros ojos mirarás, con otros oídos escucharás".
Esa tarde el abuelo viajaba a dónde estaban los que lo esperaban: los de rostros invisibles; mientras aquí, de un lado había dolor, del otro, crecía el rencor a la pérdida, a la muerte, a la vida.
El cuento "Susurros del mezcal" se incluyó en la antología de becarios del SACPC de la generación 2020-2021.
Xki’s nit nalâ
“Mbày ñêa jwinka nzyêblà tyuslà pày”, nte lazo’n ta nchab tib mbol lôn za mbri’d mbol jwa’n ta nzo nit nalâ lôn. Mbàyna nâ mkwina yekna xaja tib mènd tan e nzyebtabà. Mkâbna: “Nakta ñêana nzyêbna. Be’nta nkelôn na’ tyusta nâ nawis”. Jwinka mkelôxa’ tyêna nit na gûne. Tud ndo yalô jwa’n nkelì na’ za mxêne na nchabna: “Mbày za, ta’yta’”. Zèbta ngu’n tib ròy zè ndyakna xaja ndyak tib mèn ta nzo mché le’na, be’nta ngun nit zyaga le’y mchúz le’na na mketey plôja ndo nax dib le’na, na nítka mblí za mbye’d yekna wis ta mbyalôn xa’ gox ta ndoxkwa’ nit nalâ. Tib ti’l ngwàna’ lisxa’, mbro’na’ lô yi’ xaga ndyena’ ropna’ mde’ nketàn. Xa’ sisna mblonêdna’ za ngokàna’ nit nalâ tayza tayal rya’s nzîs lô rê xa’ nke zi’n lô sísna.
Dibta mdena’ na naya be’nta ngozalna tib xkal plô ryo’xkwena’ taja msana’ ndena’ lô bé. Nchèna’ xa nde bî nxyu’ mbak. Na’r mbak ndexu’ nde ga’ plô nzî na’. Che’ ndlo’ ma’ kè le ma’, nche’p nche’pa’ ndyâgax ma’ na nche’p nche’pa’ mberê ma’ sis. Ndyakna’ na’ nakta lô na’ nxyu’ mà, le’ mbak nxyu’ lô re mbi cha’n gan ta ndenú a’ làdna’ tak plô nak làz gán mbro’ na’. Tib xa’ mnì anta nato’n nak mnì: “Za ne ndyusta mènd be’n nzyêb mènd xa nxyu’ mbak, mbàyna le’ na’, tay xa nde’n ndyus na’ ne’kta nde’na’ xa nke mbet lazo’n tak nit nda’n erlôn”. Rêta mbol natós nxî. Ndoyòna chokwan ndotèjxa’: “Tes che’ga naxte guyna’, le’ yatî we’n ploja nda lazo’ yatî”. Na’ yênta na chokwan ndobes xa’ na zè ñabdi’sna lô tib mbol gox tan dé chôna’ re’, mbri’d xa’ di’s lôn: “Nchab xa’ tés taga nzite’n nziyu’n nit, le yatî we’n ploja nda lazo’ yatî”.
Mkâbna di’s gûn nit za or ta mblâ xa’ yín le’n azyò. Za mbwi’ tib nêd mbol na nún ndoyu’ nit zyaga mbike na’r xa’ chôn che’pa’ nkelô gûn lud nit tayza rid xgàb lôn. Na teñaga le’ xki’s mbol gox ndoxkwa’ nit nalâ che’ ndyes yekna, ne’kta lûd mte’ lazo’n na natín nit; nakap tôs ndyak lazo’n, mbàyna, teñâ nakap ndiakna ngò tib jwa’n mtaxìl lazo’n. “Na’ ta’dla di’s le yanalát weà lô yaguy”, mxa’kna mnì tib mènd lôn za or ngu’n chop brò nit nalâ. Tûd bsyèxa taxa mbina tigob le’ga di’sya mbye’d rò zan, mbàyna naya tij mbeyne.
Ngoten tib ye’s ta nké lô’n xomud ñâ ropna’ mbol gox na ndlo’ne lô tib ned mènd ta ndenkê sisna’ naya ta ndeg’as mbol gtox. Xé ngwi’ rê xa’ lô ye’s. Tib mbol nkwîn yekna’ nchab liga mblí lazo’n kwalíy xa mdéjna di’s, nchab: “Che’ ndlo’ xa nabe’s mkete ropgo’”. Na le’ tib mbol ndo gâx nûta nchab: “¿Chà ne nte’d lazo’a?, mde’ re’yà ta ndô lis mbol gox ta nto nít lôn nzyá”. “Jwinka nawe mtate’d mbol José lù, ¿neà?”, nchab na xé ngwi’ lôn. Na’ nkabta nâ, be’nta yekna nkwîna. Nchôna lè mbol gox, mbàyna ngent cho kab xa nkâb mbol “chokwan nchòla’sla yòwj”, o “Kwan ndyalà yòwj” tamud ndodi’s mbol gox lô nza naban mbol. Ngwi’n lô wis, che’ ndelá wis, xaja nzêya’ ta mbro’ rêna’ yò nzo’b yín sisna’. Na ta che’ ndyak mènd nakta ñêa na le’ or ndri’d so’w o nabán, àna’ ñè mènd xá ndri’d or tak yanabíl nto’w lô mènd.
Ti’l tós mbro’ na’ yò. Che’ nchên mbes rê ngid rò yò za mbro’na’ lis xa’ gox plô nak yó ta mde’s mbol dibta tson gál li’n, liga, tsongál dib li’n mbye’dxa’, tak na’ya, ta mbyu’ lazo’ mbol gox, na’ya nak wis nchâlè mbol gox. Di’s mbîna ne xa’ gox nchab: “Ndyakna xaja ndyak tib mènd ta naba lúx”. Ta ne xa’ lôn na zè ngwà ngox lad le, na’ ngya’nta xa’ lô ya lo’n plô nchàtka xa’. Mbàyna ndyakna na nakta le’ xa’gox ta ne lôn ya’, ¿xomod mnè xa’y?, na ndyakna le’ di’s ta mbîna ya di’s ya mbro’ rò mbi ta nketanù xbinxa’ gox za tûd ndo gàj xa’. Ngwati’n lô xa’ plô nax xa’ lô yèxto’ na mde’sna ya’ xa’, che’ bro mde’s xa’ ya’n, xaja na yájta mde’s xa’ ya’n. “Na’ lída lazo’à rê mend”, di’s yaja ne xa’ lôn na mto’w xa’ lô xa’ za gat xa’, mbàyna mto’w xa’ ngud lôxa’ dibta nè tak tadib wis ngentra xbinxa’ lô xto’, tyá be’nta nax be’l làd xa’ anta mbyês na mbyág nax.
Rêna’ xa’ nzî nche’yà mbe’na’ yín nza ngwànùna’ yín plô nak làz gán. Le’ taból ne nída ngà. Be’nta tibta gób mse’na’ ya’na’ za mzana’ lûd. Taja ndate’na’ na taja jwínka ndetedi’s rê mbol tâ nde chôn naya. Lû ndodi’s xa’ di’s tîl, na lûd ndodi’s xa’ tib di’s àna’ yèn mènd chokwan ndobes xa’. Na zyaga nabdi’sna lô tib mbol nde chô bán na: “Chokwan ta ndèj rê mbi’ tâña”. Na le’ mbol mkâb lôn: “Le’ tabol ne ngàda tak rê jwa’n nabe’s mta’n xa’ za ndyâ xa’… nawe ndya mbol”. Xaja na be’nta nkembedxa’ cho or lya yaguj, mbàyna ne mtelàsta xa’ cha tamud lya yaguj le’n ya naban. Ntelàsna rê jwa’n tâ ndèj rê mbol ta nde chôn, na nûta na ndyakna che’pa lí rê di’s ta ndèj rê mènd, ntelásna chà bà nawexa tûd ngwi’ mènd rê mbèl nzî lô be’.
Msina’ plô làz gán za konga’sna’ mbol gox. Rêta mènd ndyus. Lûd mlédna’ le’ xa’ ngo le’y mblote tib ye’s bed xàbna’ na lajka mcha’s nit le’y sis yínd taból le’ mblàb tib ned di’s nchab n aza or nchàj mènd le’ mènd nchalal tib mind mdo’ ró, na le’ za or msin mènd ndlo’xa’ lô mènd xá gòl mènd tib dì na le’ dì ya ndlo’ nagenta plô ndyobtè na plô nchàlô rê jwa’n.
“Bàga nak nêd”, mbes tib mbol ta nù nde kun na’. Tib nêd mbi’ nde chôna’ nkwîn yekna’ na tata mbes: “Bàga nak nêd ró”. Di’s bà mbîna za ngolo mni mka’sxa’ yínd nzo xa’ gox ndoxkwa’ nit. Na’r mènd mdoxùb nseya’ na taxa nchab di’s ta ndobes rê mbol re’yaà naya. “¿Chokwan ndenì di’s ta mbesxa’ bàga nak nêd?”, ñabdi’sna lô mbol ta nda chôn naya na le’ mbol zyaga nkab lôn: “Le’ xa gox ndya plô nzo nêd yònd”. Tamud za mnên na rê mbol ndotodi’s kalíy mblux taból. Nakap ndyakna, nabíl tôz nchò lazo’n naya.
Nzeya mda’ dyux lô xa’ gox tak jwin rê jwa’n mblo’ xa’ lô xa dyoxkwà nit nalâ, tak bro mkete ropna’, tak mxo’byekxa’ na xaga tib xi’nxa’ má le’ xa gox na’ ngenta xi’nxa’. “Mblile’yna xbinxa’ tak nabe’s ngok xa’ lôn”. “Nde tib wis nuta nâ ndya plô ndoà naya. Bà kwedlà na”, nchabna na taja nke nit mbê ngudlôn.
Le’ mbol gox ta ndo chôn naya ngoxkan lôn: “Ne lôn na ne’kta tib bî rò mbin nke’ dì ya’l mbin go’, o ne’kta ne tib mka’l na’ ndlàda lô go’. ¿Nea za?, jwa’naga mbes na lôa ya naksa’ lá jwa’na ndey lada, ya’ mdo’ ró nzo’b jwa’nà”. Le’ xa’ nke’ bad sisna. ¿Cho tayal koxka’lna za tayal ryo’xka’lna le’n mka’l ta nzo yekna naya?
Naba ndyakna zè nún lúx. Ndyakna xaja ndyak tib mènd ta negntra’ chokwan nke’ lazo’n. Naya ne ndetra lazo’n tib yanalê la jwa’na lì nì lazo’n. Nche’p nche’pa nte’ lazo’n kwalíy xa nakap xgàb ndyena; tay xa mne tib mbol zêya ta nchab na le’ yaguj tâ mblà yò be’nta xa’ ró ndòb lô be’ mnè póla. Xé ngwi’n xá ngwîn rê la nke lô ya, che’ nde’na nda mbi.
Taja nkeyu’n nit na taja nkete’ lazo’n dibta xa ngo rop na’ xa gox. Dibta gâs li’n mbri’d mbre ropna’. Le’ xa’ gox bà nak tib mènd mda’ mdo’ ró lô za tate’dna xa nxyen mènd na nchatò mènd lô azyò ró. Tib ti’lya mbyalôn xa gox ta ndoxkwa’ nit nalâ. Msina’ lis mbol ropna’ mde’ nketàn na mbwi’na’ nabíl ñâ mbol nax mbol. Za mbwi’na ta ñâxa’ za zè nchabna’: “Blô nalê lazo’ go’ kun nit nalâ”. “Ne’kta lûd nit ne nkenûda nâ naya ngenta jwa’n ta’ xgal lazo’n”, mkab nax lô yèxto’. Ngochê. Mbike plô ndôna’. Xe mbwi’ mbol ngud lô ropna’ xaja na tib jwa’n ndotèj ngudlôna’ lô mbol. Tib jwa’n mbyên mbol mbwi’ mbol lôna’. Na nchab: “ne’kta lûd nit mblaké xa’n yét, mbáyna nkenún bro jós dòb, tes ndyengo’y tayal ya’ngo’ kê go’ zi’n lôn”. Le’ mdo’bnêd nda le’n wan. Ropna’ mdokê sis mbol. Lûd mdena’ zè ngòtú na’ plô ndlo’ nzî bro dòb nzonú nit nalâ làdna’. Le’ mbol nabíl tós mnì: “Jwinla rê dòbna yi’ba lô azyò, mbàyna ngentcho ndo taya’ lôn za ak zi’n re’yà. Aktra lîn rê zi’n nî jwa’na za mna’bna lô rop taya’go’ lôn”. Zè mnab di’s or nketàn: “¿Chokwan naki’n, xa’ gox?”. “Naki’n jwín yó lazo’ mend za kê mend zi’n”, nchab xa’ gox. “Mbày plôpa’ kíx go’ kâ na’”, mnabdi’s gor ta nketàn. Le’ xa’ gox ana’ mkâb lô xki’s mde’, ngent Kwan nchab.
Ropna’ mdaya’ lô xa’ gox ti’l ya. Le’ mde’ nketàn, xlya’nta ndoxî, tîbra’ ndxî. Ndlyo’s mde’ mbol ndalê José, xa ndoxkwà nit nalâ. Le’ mbol so’w so’w ndotèj kwan lì na’ mbàyna ne ndèjta kwalíy za ta ndlì na’y. Za mzyè azyò, za mni mdana’ jwa’n mxo’s mbol, le’ mbol ne lôna’ berê na’ wis jwinla naksa’ nit nalâ. Le’ mbol xa’ta mbres mbol na, nchab lôn: “De’ ye’ tigob. Berê tiblà, nèa”.
Ti’l tós zè ngotún lis mbol tigob tak tá mna’b mbol lôn yatún lis mbol. Mdana’ dî ta’. Za mni mdana’ le’ mbol nchab lôn: “Tib mend nda win lô zi’n akta jwa’n lì. Tes na’ wadalà yej kap tyak le’nlà, naba zè nalà nzo lazoà na na’ akta nabe’s kij rend làdlà, tes jwa’na yate, xti’à te’nlà nkwi’b na jwa’na nakap lì za kó’ yeklà zi’nta nkea. ¿Chà mnèa?, tes nakaptós ndyaklà, le’ xbindlà nalà nabil ndo plô ndo”. Mdòb mbol jwa’n yînd yek mbol na mxen nêd nda le’n wan, nâ mdokê sis mbol.
Lû lûd ndodi’s mbol, jwinka no’l xa’ na nalat xa’, nkengà yís no’l rò’n na nî ña ngud lô mbol. Re wis mbes mbol lôn: “Tes ne ndotodi’stanâ le’n ndotelàs jwa’n le’n yekna… nde yekna na le’ lisna nzin bro mènd ndi’ nit nalâ”. Re wis ne ndla’da mbol yîn ndyòb yek mbol, ndanú xa’y o nè plô ndâ xa’. Jwinka tib mbi’ nakxa’ ne’kta lô tib mènd ne mkâda xa’ tib brò nit nalâ.
Msina’ tyaga’ tigob plô ta mbrêna’ tadib wisa’. Le’ mbol mkib yîn yek mbol, mblì ya’ mbol lôn za taxa lîn. Gâx lô tib dòb mdoxùbna’. Le’ mbol mnì pla di’s lô dòb. Tera’ tyolína’, le’ mbol msarò azyò. Mdolàsna taxa lîn. Xé mbwi’ mbol lôn, na tigob, mna’b mbol lîn taxa xa mblì mbol. Mxo’b mbol ya’ mbol xu’kna, na nchab lôn: “Bla’ di’s za yên lazo’à xa nak rê dòb nzî nche’yà tayza nawe kêa zi’n nche’yà na na’ zántalà”. “Le’ lô azyò nayé naban naki’n nì mènd di’s nagu’s nagal”, za mnila mdodi’s mbol lôn le’ mbol mbyek za mdobtèna’ mkena’ zi’n
Le’ wis ndòb ról be’ za ndyana’ yò. Za mnila mda na’ le’ na’ mdodi’s lûd. Tya ngozal pla msind làd níj ngo’tna’ laxka ndalà la’na’. “¿Chà tayal ñabdi’sna tib jwa’n lôgo’ nkelôn yêna jwa’n ta mblì’n ti’la’?”, ngò yekna nabdi’sna tak mbyêna na jwín ngwi’ mbol nâ. “Btèj chokwan ndyènlà ñèa, naxál nchab. “¿Chokwan ndenì di’s nagu’s nagal?”, nchabna. “Di’s ndlì nabe’s lazo’ mènd nawe nagu’s naksa’ na ndlì nazè xbin mend”, mbloxkand mbol lôn na nchab tud: di’stè nchabne. Jwana za ngent Kwan ngònlà. “¿Ñêa nchònd dòb xki’s mend?”, mnabdi’sna na xé ndowi’n ngud lô mbol. “Rêta jwa’n ngwîn nkenúy xbind ne’y. Mnìn lô dòb tayza yênd dòb kwalíy za kibna dòb lô azyò”, mblo’xkand mbol tûda lôn. “¿Chà ndablô tyoxùb mend za?”, nchabna. “Tes rê xa’ blàz mbrê ndalaya’ ta mblì, nûta rê xa’ blàz nzî naya nda’blô lîy tak le’ga nityaga nkego’n làd dòb na le’ga lô azyò yaga nke’n zi’nd tigob”, mkab xa’ lôn. “Kwalíy za msarò go’ azyò, ¿chà ndablôga lì mend jwa’na?”, nabdi’sna. “Ta nda’ mend dyux lô azyò. Byên mde’ lud rê mend mbro’ lô azyò nak taxa xa nak rê ma’ bix naxte lô azyò tibta nakna’”, nchab xa’ gox jwinka nî ñâ lô’n za mdèja lôn. “Lú, mde’ lûd, ¿chà ngwàte’dlà di’stîl?”, xàj mnabdi’s mbol. “Be’nta xa’n ngwàn. Mte’dna mblàbna na mte’dna plôpa’ nak rê jwa’n naki’n. ¿Mbày go’ za?”, nchabna. “A’à, nâ ndlàb xa nak yanayé. Xudna mblo’y lôn”, mkab mbol ne’kta lûd ndlo’ ndyola’s mbol. “¿Chà taga tib go’ nzo xa’ gox?”, mse’n di’s zyaga. Mdola’sna tak tibned jwan mkelôn ñên. “Xata wis ngùj ngôlna mbya’n tibna kun rê dòb”, nchab xa’ gox na tyaga’ nchab tûd: “Ncholàsna gabna tib jwa’n lôa”. “¿Chokwana, xa’ gox?”, nchabna. “Mbya’nlà. Rê dòb mblî lú za ya’nlà, rê dòb che’ ndyèn dòb lú kê zi’n za tayal yalal nit nalâ za nawe yatú lazo’ rê mbi’”.
Rê bzyè mbeksa’ na’ ya plô zyènd dòb mcho’la. Na le’ ya’l msèna’ yej na ncha rzye’na. Rê ya ¡l nchàt na’ le’n yò xa’ xa’ga’ lô ya lo’n nchàtna’. Jwin mblyèn mbol ndon lô mbol, ngwi’ mbol na xaga tib xi’n mbol, mbàyna na, ngwi’n mbol xaga tib xudna. Nzo nè za le’ mka’l ndlyà lôna’ be’nta mbridja lûd mblà ya’l, zè nchàtna’ tak jwinka natós nzo msana’; nawe nchàtna’ tak dib wis nkena’ zi’n, na’ naxyàt na le’ tadibna’ ngwîn le’n xka’lna’.
Mde li’n za le’ mbol mdèj re “di’s naga’s nzosa’” xaja na nakta dis’ naga’s, mbàyna le’ga rê di’s ya ndlì za nawe nte’d mènd xa ndyoxkwa’ nit nal^za jwinpa’ naxe’ lya’y za gù mènd na. Bzyè ya mdèj mbola lôn: “Téjna tib jwa’n nadán lôa naya, jwin btela’za rê wis: ndablôa kêa yèd na’r wis tera toxkwà nit na taga kêà yèd na’r wis mnila mdoxkwa’à nit nalâ”. “¿Kwalíyza, xa’ gox?”, nchabna. “Kwalíy mbeslà…, le’ nit ndablô nabe’s aksa’ na tayza naxe’ lya’ nit”. Tib bzyè za mni mdoxkwa’ lûd nit nalâ mblôn luda gûn. Za lèja tyobròn nit le’ mbol mbres lôn: “Bla’ lud nit gaba lô azyò, mde’ lûd, le’y gù rê xa’ gox, ¡tayza ryo’xka’lxa’ plô naxyàt xa’!”.
Na’r li’n mbri’dnda’b za le’ mde’ ta nketàn mbrotò tigob ndexí lud nit nalâ yò plô nto mbol nit. Za le’ mde’ mbwi’ lôn, kaptínd mblì lô’n, le’ nchab: “Zawi’n e’n plôpa nawe yo lazo’ mbol gox ta nkea zi’n lô’n”. Jwinka mxîtè na nakap mblo’s mbol gox mblì xaja tib mend ndotodi’snú dòb. Le’ yanaxí mblayò lazo’ mde’. Jwana’ za nakaptín mbwi’ mde’ lôn dibta mdô mde’ ndokà mde’ nit nalâ.
Le’ mbol gox mdodi’s kun mde’ ndate plaga wis rop xa’ ngu’ nit. Mbwi’n rop xa’ taja nzitudi’s na taja ndoyu’ nit nchênt cho Kwan taja ndobes rop lô tà’n. Za zèpa’ mbike’n gâx, le’ mde’ ta nketàn zè mse’ di’s ndobes lô xa gox ndotodisnú. Za msina gâx lô mde’ xaga jwa’n ndotèj. Xé mbwi’ mde’ lôn xaja na zyaga kubi mde’ sisna rê di’s xkap nzo lazo’n mde’. Zyaga mblân lôn tak nakap ñâ lô mde’, zya mbyena na wis ta mdobtèn nke’n zi’n lô xa’ gox wis yaga ndobtè mde’ nakap mbwi’ mde nâ. Or msind mde’ na mnìda mde’ lôn ne’kta nawe mbwi’ mde’ nâ, xaja le’ rop ngulô mde’ nak xkwîs yò plo ngota’n yek maxu’ za nzu’k maxu’ ya xí lôn.
“Tes ngu’lalà na’r brò nit nzeya’, ¿Kwalíy xa naya na akta gùlèy?”, mne mbol lôn za mbri’d mbol jwa’n nzo nit ta mkàna’ naya. Ti tûd ndo za zína’ yò plô nda’blô yatú na’. Za mbri’d nda’b na’ plô nto xa’ nit jwinka mdo rê mbol mna’b mbol nit nalâ. Za mnim na’bna’ nit, le’ na nkegoten tib ye’s pm iza kíxna nit gù na’. Che’ ntelàsna, zêya le’ mbol gox ta nde chôna’ zè nerla nchab lô xa’ ta nto nit: “Za mni rê jware’yà za ye’dna’ anta ngolô yed z ande na’ kíxna’ cha’n go’”.
Tud tuda ndyena’ gax gax zè ndazina’ plô nak lisna’. Nzorol xa’ anta nchak guy ndye, na titûd nde go’bñô nin nde, mbày na nâ, ana’ ñên xamod mbrote’na’ plò mblonga’sna’ tabol, lud luda ndye’n n alud luda ndryo’ xkwena. Rêta na’ ta nde nzêya be’nta tibta xa’ mblaké: xa gox ta ndoxkwa’ nit nalâ, ndyakna nde xa’ kun na’, tayal gab mènd nde xa’ mbàyna mbi na kun yò naksa’ xa’ naya.
Msina’ yò, rê na’ msind, ndyusna’. Ngwan plô nzoza’ nit. Mbloten tiba na mxa’lne rò nit nalâ. Mbla’n lud nit ngoba lô azyò. Nì xlya’na lô mbi ndarid rê di’s ta mblo’ xa’ gox ta ndalê josé: “Jwa’n mbroyek rê mdo’ ngòtúy lô ya mend blàz, mbro’y làd nit nzo le’n dòb za ngotúy le’n xka’l rê mènd”.
Ntelàsna mbol gox, nzêya jwinka mbi’na za ngòka’sna mbol. Ndowi’n plô nchí dòb za ak nagu’za, le’ xkâl mbol mti’. Rê mbol guy ndâ na nde, xaja na nkekwa’n xa’ tud nit nalâ tayza ko’yekxa’ rê xgàb naxtenúxa’. Pla mbol guy zè ngobi mdàt, le nit nalâ mde’ dib mbol guy, naxtey le’n rê yib ga’p na là.
Náta za ngochên za ngoti’n le’ mbol mbyês nax lô xto’ lad le. Mxa’kna na le’ mbol ngùj yîs nto’w lazo’ mend. ¿Kwalíy za naban mblux xa gox? Jwa’na ngò yekna dibta kap nkelìnûyna tamod za ngoti’n lô tib mbol nchak za tèj mbol lô chokwan mblì za ngùj xa gox ndoxkwa’ nit, le’ mbol nibe’ mne lôn: “Tib xa’ nakap nak mda’ nit kwa’nd mda’ xa’ ngu’ mbol jwa’na mblì za ngùj xa’ gox”. Jwinka mna’bna wi’n chó mda’ nit kwa’n ngu’ xa’ gox, mbàyna be’nta ne mbol ndlìbe’ lôn: “Nú xa’ xkaptaña tyô wis ga’s tabol. Le’ xa xkap che’ja lì che’ja todi’s xaja na líga nde’n yanabíl. Tya kwa’n xa’ xkap xa kuj xa’ lú. Ye’ za ñèa cho ta ndotejna lôa”.
Tib mbol ndyus mbike chôn, mke bad sisna, na zyaga ne lôn: “Na’ gòntalà, José”. Tyaga zè mbrotò tib xa’ guy nchab: “Mbluxla José, ndyâla or ta ndèjlà bà. Le’ mde’ re’yà nak xi’nte’d José”. Ncho’na ñêtna kwan gabna. Plôja’ ndô xa’ gox che’ ndowi’ xa’ lôn, naya mbi naksa’ xa’.
Le’ nit nalâ mde’ dibna xaja mde’ dib mde’ ye’n ndòb gâx lôn. Xé ngwi’na’ lô tà’na’. Che’ mnên na tib na’ lúx na bzyère’. Lô ropna’ jwinka nda’b xkâl nkeke’ nit lô na’. Ndyakna todi’sna mbàyna yidrón ndryo’ tib dis anta nchênt chokwan ndèjna, lûd di’s ndryo’ rôn xaja ndodi’s tib mbèad. Mse yekna nzo bî: xaja na le’ nit nalâ ndotodi’s xlya’n le’n yekna. Be’n ndoyu’n nit tayza dyo’n xgàb naxtenún, be’nd ndoyu’n nit mbo’ làd dòb nit ngu’ rê xa’ mbre ndalaya’.
Le’ mde’ ndòb gàx lôn che’ ntelàs xa nchedkàna’ nit nalâ ndalaya’ ta taja ndryo’ na’ lô yin a nsina’ lô la’s. Na taga nde yekna di’s ndè xa’ gox lôn: “Za ngwi’ mènd lazo’n mènd ngwi’”. Le’ ngud lô mde’ ta mbij xa gox xaja kì ngo’y. Ne ndotodi’sta mde’ mbàyna xaja na kí bà ngwi’ mde’. “Na’ lída lazo’à rê di’s yìx” ntelàsna xki’s xa gox mxe’na. Najós nxi’d ya’n. Nzyèb lazo’n. mxena yìd ta be’n nzo titud nit na mda’ne lô tib ned xa’ guy nzi cho yò lada. Nerla nâ línún jwa’n mblìnú mde’ xa goxa’ tayza na’ linuda mde’y nâ, ndan le’n plô nchana’, mxêna tib yìd na mblôn dî kwa’n le’ne’y. Za mberê plo nzigana’ ya, nchabna lô mde’: “¡Naya gùn nit plôja xekna’!” Zè mblôn lûda gù mde’. Nzyaga zè mblàj mde’y yen mde’. Nkembed mde’ nuta nâ gûn ti bròy, na ngent Kwan gabna zè mbla’n yìd nzo nit plô ndòb mde’. Onè chokwan yate lô ropna’ naya, le’ nit kwa’n mblàla le’n mde’ ta mbij xa gox mxe’na: so’w so’w kujpe’y mde’. Le’ mde’ ndenkê sisna, nâ mxena mched yi’b na mxena nêd ndan le’n wan. Taja ndate’n na ndotelàsna tib mka’l mblà lôn yála, le’n xka’lna xaja tib mènd mnì lôn: “Tib xa’ga ngu lòa wi’à, tib xa’ga nzaà gónlà di’s”.
Bà, le’ xa’ gox nda plô nzî rê tà’n, plô nzi rê mend ne ndo’tra’ lôn, mbàyna nche’yà, tiblé lazo’n nabíl ndyak, na le’ tibléy, che’ ndaxen ya naxí.
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CÓMO CITAR: Alonso, Ángel (2021). Susurros del mezcal. En Antología de letras, dramaturgia, guion cinematográfico y lenguas indígenas. Jóvenes Creadores. G 2020-2021. México: Secretaría de Cultura-SACPC. Págs. 298-303. Recuperado de: https://bit.ly/3RyqQ10
Excelente
ResponderBorrarMe alegra que te haya gustado :)
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