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"Vivir de noche y sobrevivir de día" | Sagrario Benazir | México en sus Letras | FONCA, JC 2020-2021

Fuente de la imagen: cortesía de la autora Ideogram

Recuerda conectarte a la transmisión en vivo desde la página El Estudio de Damiana, en Facebook, el viernes 5 de agosto de 2022, a las 20:00 hrs.

¡Podrás platicar con la autora!

Semblanza

Sagrario Benazir nació en Veracruz en 1995.

Es Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Facultad de Letras Españolas de la Universidad Veracruzana. 

Fue Becaria de la Novena Generación de Verano de la Fundación para las Letras Mexicanas y del Festival Cultural Interfaz (2017).

Ha sido ponente en eventos de literatura, lingüística y género realizados en la Benemérita Universidad de Puebla, Universidad Autónoma de México y en la Universidad Veracruzana, durante sus años de estudiante. 

En 2020 su participación titulada “El bien común” fue seleccionada como destacada en el concurso Miradas artísticas sobre la Pandemia: de la paranoia a la soledad. Ese mismo año, fue seleccionada para formar parte de la generación de Jóvenes Creadores del FONCA. 

Por todo lo anterior, es fiel creyente de que escribir, actuar y bailar son actos de resistencia y resiliencia que todos debemos hacer.  

El cuento "Vivir de noche y sobrevivir de día" se incluyó en la antología de becarios del SACPC de la generación 2020-2021.


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Vivir de noche y sobrevivir de día


A todos LOS OLVIDADOS. 

Cuando despertó, descubrió que había ganado "El paquete especial para festejar: incluye servicio completo, un avión de shots y una botella etiqueta roja''. Al menos eso fue lo primero que leyó en la pantalla del celular, apenas con un ojo entreabierto se enteró que, tras haber perdido todo la noche anterior, ahora era dueña de ESO. 

Y el culpable era Alberto, Antonio o Andrés, no estaba segura. Pero sí sabia que era un nombre con "a" y que no tenía mucho tiempo antes de que ellos vinieran por ella. Tal vez, con algo de suerte, sólo él vendría, pero sabía que esa clase de hombres no se ensuciaban las manos, así que el tiempo estaba corriendo. 

¡Puta madre! Pateó las cobijas y salió de la cama tan rápido como sus pies se lo permitieron, a trompicones porque la pendeja seguía mareada, aquello la obligó a sostenerse de las paredes hasta que llegó al baño. A tientas, buscó el interruptor y la luz la cegó por unos segunditos, los suficientes para evaluar el daño. Todo era un desmadre, siempre había sido así. 

Cabello apuntando en todas las direcciones, la peluca a medias caída y a medias agarrada con los pasadores, vestido desgarrado de aquí y de allá; igualito que la piel expuesta de sus brazos y muy seguramente de sus piernas, bien que podía sentir la sangre seca. Ojos lagañosos, adornados de maquillaje corrido porque no alcanzó a lavarse la cara cuando llegó, aunque tampoco hubiera podido por el madrazo que le decoraba el ojo derecho. ¡Bien hecho, pendeja! Tapar aquello le quitaría tiempo y eso era lo menos que tenia. 

Como siempre, su cerebro comenzó a evaluar el daño sólo para concluir: ¡Ya has estado peor! Y era verdad. No era la primera y tampoco sería la ultima vez que se partía la madre con alguien, bueno, tal vez ahora si sería la última, pues una vez que anduviera en las grandes ligas ya nadie la podría tocar, sería tan etérea como siempre lo había sentido. 

Sólo tenia que encontrar la manera de llegar a reclamar su premio. La risa estalló sin previo aviso, tanto que la tomó por sorpresa. ¿Cuánto tiempo tiene uno que pasar sin reírse para que la propia risa parezca extraña?, ¿es raro sentirse tan feliz por un servicio de copas?, ¿qué tan miserable ha de ser uno para reír ante semejante premio? 

Tal vez la risa no era lo que le parecía extraño, ajeno en todo caso, sino el sentirse feliz y dueña de algo. Ella era la extraña esa mañana, no el chingado premio. Tan extraña como sus recuerdos de la noche: como que una noche estás en pleno desmadre, bebiendo y bailando con un güey y al siguiente todo eso te hace la patrona de coda tu colonia... ¿pero qué dices? ¡La patrona de todo el Estado! 

Ya nadie tendría duda de aquello, sería la envidia no sólo de sus amigas, sino de todos esos pendejos que decidieron jugarle al vergas para participar, pero no podría regodearse hasta que estuviera trepada en la mesa de siempre... ¡No! eso ya era cosa del pasado, sabiéndose ganadora podía darse el lujo de treparse a cualquier mesa y bailar al ritmo de las palmas de todos esos hombres. Sería la envidia de las demás viejas, como siempre, sólo que ahora les podría restregar su botella y tal vez, permitirles saber cómo fue que se hizo del boleto ganador...

Tapó el agujero del lavabo con papel de baño y abrió ambas llaves para que se llenara lo más rápido posible. Siempre le había gustado ver como el agua ocupaba aquel pequeño lugar, no era un jacuzzi, pero bastaría para traerla a la realidad, seria algo reparador y lo iba a disfrutar muchísimo. En segundos, el líquido escurría por el piso y esa fue la señal para meter la cabeza en el agua helada. Aquello fue un choque, pues todos los recuerdos bloqueados por el alcohol salieron a la superficie y la ahogaron de súbito.

*****

Él no supo decir el nombre de esa, pero tampoco era necesario. No porque lo hubiera olvidado, sino porque quería mantenerla a salvo desesperadamente y obvio, salir vivo de todo esto. Aunque con cada minuto que pasaba, eso se iba poniendo más y más difícil. Sus hombres tenían el trabajo de localizarla, pero no eran los únicos, eso lo tenia bastante claro. 

Pues el pleito de anoche comenzó porque ella quería bailar con él, sólo con él y con ninguno de los otros hombres que estaban ahí. Su padre ya le había advertido que esas mujeres eran de cuidado, tenían artimañas suficientes para dejarlos en la pendeja y eso había ocurrido con él. 

Pero porque el lo permitió. Fue consciente de cómo las manos pequeñitas de ella buscaban a tientas por entre sus bolsillos, la dejó vagar por aquí y por allá mientras el apretaba sus caderas para si. 

Sin embargo, notó el momento justo en el que le robaba. Con mucho cuidado para no alertar a sus hombres y armar un escándalo, la abrazó a manera de aprisionarla entre él y la pared, así daba la ilusión de que estaban fajando, más que forcejeando. 

¿Quién te manda, flaca? Le gritó por encima de la música, pero no tan alto para poner sobre aviso a la escolta. 
A mí nadie me manda, güey.
Con lo que me choca que me llamen "güey"... 
Mira,  güey...
Antonio, mija. 
Da igual, mira... hizo ademán de soltarse, pero el la tenía bien sujeta. ¿Me regresas el brazo? 
Vuelve a poner lo que sacaste de mi bolsillo y te suelto toda. 

La risa de ella lo tomó por sorpresa y le hizo ejercer menos fuerza. Suficiente para que ella soltara su brazo y comenzara a tirar de sí para liberarse. 

¿No me vas a soltar, pendejito? 
¡Cálmate! 

Por unos segundos todo se movió en cámara lenta. La música no dejó de sonar, pero sí se convirtió en un eco ahogado, las botellas de la mesa volaron para todos lados, la misma mesa se partió en dos y prácticamente, ambos terminaron en el suelo, en un mar de vidrios diminutos que se encajaban en sus cuerpos. 

¡No te levantes, pendejo! Sígueme, si es que puedes, le dijo ella. 

Antonio la vio arrastrarse sin importar que su piel se arañara y el vestido se rasgara con cada movimiento, no lo pensó dos veces y la siguió. Ella se movía rápido, quiza acostumbrada a los desmadres de esa magnitud. Una total vergüenza, pues él cayó en cuenta que esos relajos no eran nada comparados a los que él hacía o en los que se había visto involucrado. 

¡Soy un total pendejo, ojalá no se de cuenta esta vieja! 

Pensó al tiempo que trataba de mantener pegado el pecho en el suelo, se sentía todo mojado y sabía que debía estar sangrando porque notaba algo caliente justo en el estómago, aquello iba mezclado con la adrenalina del momento y todo eso lo apuraba a vomitar, pero no le daría gusto a la mujer que iba adelante. 

En segundos llegaron a la parte de atrás, la mujer empujó unas cuantas cajas y se levantó de un salto para salir por una puerta que había liberado. No demoró en unírsele y darse cuenta de que no estaban del todo afuera de La Perla. 

¡Hasta se te fue el calor de la cara!, muy cabrón y todo, pero saliste pendejo. 
Yo no... 
¿Me cambias tu suerte, Andrés? 

Sonrió, contra todo pronóstico ella le estaba sonriendo. Su boca era lo único que no estaba cubierto por hilitos de sangre, de ahí en fuera: toda la piel que dejaba ver el vestido mostraba arañones, más donde se rasgó. Sin embargo, Antonio no dejaba de mirar extrañado el papelito que ella sostenía en lo alto. 

¡Eso es una mamada! 
¡Shhh, una mamada que me va a sacar de aquí!
 

Ya estaba peda, él también. Pero no tanto para creer que eso sería la solución. 

Quédatelo, pues. A mí no me hacen falta las botellas... 
¡Pendejo mamón! 

Le hizo una seña con el dedo antes de esconder el boleto entre sus senos y largarse de ahí. 

*****

Dentro de poco la encontrarían, si se apuraban. 

El agua llegó hasta las escaleras del segundo piso, Doha Martina fue la primera en ir con el casero. Para él no era nada del otro mundo, la señora era una quejica por excelencia, sino iba a fastidiarlo con lo de las luces, era para acusar a los demás vecinos, pero desde que la "chava" nueva había llegado: todo aquello se había salido de control. Cada día la señora tenía algo nuevo por lo que alegar: hace mucho ruido, es una exhibicionista, le da mala imagen al edificio, ayer llegó con un hombre nuevo, son extraños los que mete a nuestros condominios: esa es un peligro para todos. 

Eso decía ella y tal vez las demás vecinas estuvieran de acuerdo con eso, pero él, junto con los otros hombres del edificio opinaban diferente de esa. Sin embargo, esta vez era diferente. Pues no sólo Doha Martina vio el agua que escurría por las escaleras, varios vecinos salieron para ver de dónde provenía aquello. El mismo casero se vio sorprendido por el charco de agua cuando abrió la puerta. 

Incluso el mismo Antonio, ese tipo con el que intercambió suerte horas atrás, había estado intentando contactarla. Fue él quien movió sino cielo, mar y tierra, al menos terminó de poner patas arriba La Perla para conseguir su número de teléfono. Todas las pendejas del lugar pensaron que sería la buena para una de las suyas, pero él la buscaba por otra cosa, no por asuntos del corazón, sino por algo de vida o muerte. 

Tenía la esperanza de que no fuera un número falso y que lograra advertirle... había estado tentado en ir a buscarla, pero eso sólo levantaría sospechas y ni él, ni su gente podía correr riesgos en aquel lugar. No después del desmadre de anoche. Llamó más de una vez y siempre obtuvo la misma respuesta: pitido, pitido, pitido y siempre la voz al otro lado respondía: el número que usted marcó se encuentra fuera del área de servicio, le sugerimos llamar más tarde, gracias. 

En unas horas la noticia de un suicidio, pesaría más que su feminicidio. Eso le daría algo que comentar a la gente, también aquellos, estos y los otros tendrían que decidir bajo qué presentar la noticia. ¿Sería bueno alimentar el miedo o el morbo?, ¿qué hacer con un cadáver tan bonito? 

Eso lo sabríamos más adelante. Aquello sacudiría momentáneamente al Estado, de la manera en que fuera presentado. Solo Antonio Beltrán podía decir algo de todo aquello, pero no lo haría, pues eso implicaba salir a la luz pública y no estaba en condiciones de hacerlo. Aquello que le había pasado era una advertencia, al menos así lo pensó él cuando se enteró: en definitiva que había cambiado su suerte con aquella. 

Finalmente todo quedaría en el olvido. Como todo lo demás, con o sin alguien que cobrara la botella de La Perla, creyendo o no que se intercambió un alma por otra, que una pudo tomar el lugar del otro en ese momento. Que tal vez lo de esa mujer fue mero accidente, suicidio o si realmente le vendió su alma al diablo. Con todo y lo que podamos suponer, esto sigue. 

Tanto que se volvería a rifar la botella, para conmemorar así a la muerta, solo que en esta ocasión, Antonio ya no acudiría por un boleto, de hecho, él ya estaba lejos de todo ese desmadre: por un tiempo. Dichoso éI que puede desaparecer, pues los que se quedan tienen que sortear algo más que una botella. Prácticamente todos se juegan la vida y eso es algo que todos ya tienen ganado, pero cualquiera está condenado a perderla. La vida sigue, Antonio, por eso te sugerimos seguir fuera del área de servicio y no participar, porque no hay nada que ganar. Pero si vas a hacer algo, trata de mantener el celular a la vista mientras manejas o despegas. No se trata de un consejo, sino de una advertencia. 


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CÓMO CITAR:  Sagrario Benazir (2021). Vivir de noche y sobrevivir de día. En Antología de letras, dramaturgia, guion cinematográfico y lenguas indígenas. Jóvenes Creadores. G 2020-2021. México: Secretaría de Cultura-SACPC. Págs. 29-36. Recuperado de: https://bit.ly/3RyqQ10 

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