Semblanza
Bernardo Barrientos Domínguez nació en la Ciudad de México en 1987.
Es Licenciado en psicología por la Universidad Autónoma Metropolitana, y Maestro en Educación Especial por la Universidad IEXPRO.
Fue becario en la Fundación para las Letras Mexicanas en 2016, así como en el FONCA, en los años 2015 y 2019.
En 2014, su libro “Convención onírica” recibió una Mención Honorífica en el Certamen Nacional Sor Juana Inés de la Cruz.
Una de sus pasiones es la lucha libre, y a través de Editores Mexicanos Unidos publicó el libro “Cecilia y el vampiro y otros cuentos”.
El cuento "Blanco", se incluyó en la antología de becarios del FONCA de la generación 2019-2020.
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Blanco
Cuando eres pequeño, el silencio significa que te están ignorando, que nadie está vigilando. Para unos, quizá podría representar una oportunidad, pero lo cierto es que en el silencio se oculta el horror, porque este, a final de cuentas, es una contestación monstruosa para un niño.
Leonel lo sabe. Aun así le habla dulce al oído. Le cuenta cosas que nadie sabe, que nadie jamás podría saber, sin embargo, al no encontrar respuesta se desespera y le grita, vacía sus pulmones, pero el silencio sigue sin escuchar.
— ¡Eres una menta!, ¿me oyes? ¡Eres una menta!
— …
También el silencio es gordo, pesado.
Y una basura cuando tu voz rebota únicamente contra tu propia voz. La historia de una gran amistad es la historia de un gran amor. Los astros se alinearon y Leonel nació el mismo año, el mismo mes, el mismo día y en el mismo hospital que Mateo. Crecieron a un par de edificios de distancia y compartían, extrañamente, el tamaño exacto de lonjas y el mismo grado de inclinación de panza. También se peinaban con mucho gel para obligar a su cabello rebelde a mantenerse en pico. Las familias tenían dos chihuahuas y habían establecido una rutina de sacar a los perros al mismo parque después de merendar. Pese a compartir un sinfín de cosas más y el hecho de que las mamás trabajaran en la misma oficina, no llegaron a cruzar camino hasta que el universo decidió de una vez por todas realinear los planetas para que esa amistad comenzara entre ellos.
El primer día de clases fue un día lluvioso, de modo que la maestra no dejó salir al grupo al recreo. En 5°, Mateo era el único chico nuevo. Además, pecaba del síndrome de los callados. Parecía ignorar todo cuanto sucedía a su alrededor, aunque lejos estaba de ignorar todo cuanto sucedía a su alrededor.
— ¿Cuándo podremos salir a jugar, Miss?
— Después.
— Miss, a usted puede que no le guste la lluvia.
—Ya les dije que no pueden salir.
Segundos más tarde, Mateo se levantó y caminó muy decidido hacia la puerta.
— ¿A dónde vas, Mateo?
Él ignoró a la maestra, abrió la puerta del salón y se fue directo al patio a chapotear. Miss Betty se quedó paralizada y el salón entero aprovechó para ir detrás de Mateo a zapatear en la lluvia.
— ¿Te acuerdas?
— …
Evidentemente lo suspendieron una semana. Regresó un poco más callado y más ausente, como si en realidad ignorara todo cuanto sucedía a su alrededor, aunque Mateo nunca ignoró todo cuanto sucedía a su alrededor.
Leonel intentó armarse de valor y hablarle ese día, no obstante, justo en Matemáticas, Mateo hizo rabiar al profe Escalona porque no dijo "Presente" cuando bien sabía el profe Escalona que sí había asistido, que estaba justo frente a él...
— ¡CONTÉSTAME, MATEO!
Cuando eres adulto también puedes sentirte ignorado si alguien no te contesta. El profe Escalona experimentó algo similar, de manera que lo mandó a la dirección y ahí lo volvieron a suspender.
Pocos días después, lo mismo volvió a suceder con el profe Andrés, quien notó que Mateo no estaba prestando atención a las indicaciones, así que le gritó:
— ¡MATEO!
No era algo de maestros, pues las maestras también le gritaban. Quizá por eso su reputación ascendió rápidamente a una especie de leyenda. Su "rebeldía" era atractiva y Leonel coincidía. La gran mayoría quería juntarse con él, sin embargo, Mateo era como los gatos callejeros: en cuanto te ven salen hechos la mocha.
El tiempo avanzó lentamente como un partido de ajedrez y, aunque no se había formado una opinión definida, de pronto, Leonel se encontró inquieto si no veía a Mateo. Entonces tenía que practicar más duro el piano para distraerse o evadirse completamente en fantasías e imaginar el día en que podría acercarse a él, decirle "Quihubo" y que Mateo le respondiera "Nada, todo correcto" y, de esa forma, iniciara entre ellos la historia de una gran amistad que más adelante sería la historia de un gran amor.
Leonel lo sabe. Aun así le habla dulce al oído. Le cuenta cosas que nadie sabe, que nadie jamás podría saber, sin embargo, al no encontrar respuesta se desespera y le grita, vacía sus pulmones, pero Mateo sigue sin escuchar.
— Me gustas.
— …
— ¡Hazme caso!
Incapaz de acercarse por la timidez, Leonel le mandó un papelito a Mateo que decía "Quiero conocerte", pero Belén, en lugar de pasárselo a Erik y este a Tere y ella a Mateo, Belén desdobló el papelito y lo leyó en voz alta. Miss Betty, quien se dio cuenta de inmediato, lo confiscó: "A ver... ¿quién quiere conocer a quién, Belén?" y sin chistar fue delatado:
— ¡A la dirección!
Fue el turno de Leonel de recibir un castigo, en pocas palabras, una semana sin ver a Mateo. Si hubiese sabido que vivían a un par de edificios, Leonel habría dedicado sus tardes a rastrear el hogar de Mateo, a imaginar los ladrillos, la pintura del zaguán; a descomponerse en ilusiones, el cortejo de los tímidos. Y no le quedaba de otra. A la fecha, Mateo había sido sólo una colección de ideas, ensueños variados para que su corazón siguiera latiendo con fuerza porque lo real no era suficiente... Una realidad, imposible de evitar, como aquella que fue testigo de la muerte de Leonel una hora más tarde cuando iba de regreso a casa.
— Tampoco me gusta seguirte, Mateo.
Leonel lo sabe y por eso no quiere decirle nada. Se queda callado y cruza los brazos como si cruzando sus brazos pudiese cambiar el curso del mundo. Infortunadamente, Leonel no puede cambiar el curso del mundo y permanece fiel a Mateo aunque él permanezca sin escucharlo.
— No puedo dejar de seguirte.
Fue un acuerdo que ninguno de ellos firmó, un rasgo significativo de su relación. Previo a ello, antes de recibir el castigo en la dirección, Leonel tuvo tiempo de pensar qué le podría decir a Mateo después de la suspensión. También se preguntó si Mateo no habría hecho algo que ameritara otro castigo; pensó en cómo podrían alinearse los astros para que finalmente se conocieran e iniciara su historia de amistad. Por su mente cruzaron un sinfín de cosas, sin embargo, nunca llegaría a imaginar a un conductor pasándose un semáforo en rojo... De pronto todo cambia y una mosca pasa haciendo un firme ♪, que es una nota de un tiempo con un calderón, un signo que alarga la duración de las figuras musicales. El llanto de su madre lo escucha como tres notas de un tiempo, ♪♪♪, ♪♪♪,♪♪♪. Sin embargo, Mateo continúa sin atender. Leonel lo sabe. Aun así no deja de hablarle dulce al oído. Le cuenta cosas que nadie sabe, que nadie jamás podría saber, pero al no encontrar respuesta se desespera y le grita, vacía sus pulmones, sin embargo, su voz es como un claxon ahogado, una nota de silencio, un fantasma sin sonido.
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FUENTE: FONCA (2020). Antología de letras, dramaturgia, guion cinematográfico y lenguas indígenas. Jóvenes Creadores. G 2019-2020. México: Secretaría de Cultura. Recuperado el 10 de febrero de 2022 de: https://fonca.cultura.gob.mx/jovenesCreadores2020/img/antologia_jc_2020.pdf
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